A FONDO: A pesar de que Nicolás Maduro ha asegurado que continuará con la misma política exterior establecida durante el Gobierno de Chávez, es posible que se presente un cambio de la misma, como ocurrió en Colombia con la salida del presidente Uribe y el inicio del período santista. Análisis de los posibles escenarios de las relaciones internacionales venezolanas bajo el chavismo de Maduro.
Juliana Ospina Serna

Fuente: newyorker.com
El futuro de la política venezolana parece un poco incierto. Es claro que Nicolás Maduro no es Hugo Chávez, y que a pesar de su cercanía con el desaparecido líder venezolano, pueden generarse cambios significativos en la forma de dirigir el país. La extrema concentración del poder en un solo líder carismático como Chávez dificulta pues la labor que – como reemplazo de éste – debe ejercer Maduro. A raíz de esto, las relaciones diplomáticas pueden verse afectadas, ya que la diplomacia venezolana tenía como imagen y cabeza a Hugo Chávez, y Maduro no cumple con las características para ejercer tal liderazgo carismático. Es por esto que el discurso que implementó durante la campaña electoral fue el de “Chávez somos todos”, el de Chávez como ícono “quasisagrado”, como el mártir que sacrificó su propia salud y vida en su lucha por el pueblo y por los ideales de la revolución; lo anterior dado que él mismo, como figura política, no cuenta con el carácter y el carisma avasallador que le permitió a Chávez perpetuarse en el poder durante más de una década y concentrar toda la actividad estatal en el ejecutivo.
Respecto a la política exterior, hay dos escenarios posibles. Un primer escenario sería la continuidad con base a la política exterior diseñada e implementada durante el gobierno de Hugo Chávez. Un segundo escenario sería una transformación paulatina, un cambio de estrategia en lo que corresponde a las relaciones internacionales.
Primer escenario: prosecución de la “Nueva Geopolítica Internacional”

Fuente: elcomercio.com
De darse este primer escenario, Maduro seguiría la línea de la “Nueva Geopolítica Internacional” planteada en el Plan de Desarrollo 2007-2013, que además aparece en el “Programa por la Patria 2013-2019” propuesto por Chávez en la campaña electoral del 2012. Sería pues una estrategia de relaciones internacionales enmarcada en los principios ideológicos promulgados por el chavismo, principalmente la proclamada “lucha antiimperialista”, manifiesta en una confrontación constante y directa con los Estados Unidos y en sólidas alianzas con gobiernos de izquierda afines a esta lucha. Estas alianzas se han ido consolidando en los últimos años tanto a nivel de Latinoamérica – con la promoción de una identidad común y el fortalecimiento de la “Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe” a partir de alianzas estratégicas con países como Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua – como a nivel mundial – con países como Irán, China, Rusia, Bielorrusia.

Fuente: eluniversal.com.co / Leo Ramírez – AFP
Con estos últimos países las alianzas seguirían centrándose entonces en acuerdos bilaterales y de cooperación, tanto en el ámbito de innovación y tecnología, como en el ámbito comercial, petrolero y armamentístico. A modo de ejemplo, la relación de Venezuela con países como China seguiría basándose en el pago de la deuda que se tiene con este país con barriles de petróleo, además de la venta del barril a bajo costo; esto sin contar con la firma de millonarios acuerdos bilaterales de explotación minera a cambio del financiamiento de programas sociales y políticos, bandera del chavismo.
Con países como Bolivia, Cuba y otros países de la alianza Petrocaribe, se prolongarían las ayudas económicas otorgadas por Venezuela, además de la distribución de petróleo bajo condiciones particulares y claramente privilegiadas (préstamos flexibles, facilidades de financiamiento, precios bajos). Lo anterior es muestra del malgasto de recursos y de la dependencia que la economía venezolana tiene del petróleo, pues gracias a la excesiva intervención estatal en el sector privado se ha presentado una creciente fuga de capitales, poca inversión y el abandono parcial o absoluto de otros sectores que permitirían diversificar la economía venezolana.
También se seguiría promoviendo la integración regional, buscando afianzar como actores internacionales organismos como la CELAC, UNASUR, Mercosur, el ALBA y Petrocaribe.
Segundo escenario: giro en la política exterior venezolana
El segundo escenario sería la transformación de la política exterior. No sería necesariamente un cambio abrupto y radical, pero si parcial y paulatino, dada la precaria situación económica de Venezuela y la necesidad que tendría el Gobierno de Nicolás Maduro de buscar alternativas de financiamiento, tanto para incrementar la capacidad de producción de PDVSA como para los programas sociales que constituyen su principal estrategia política.

Fuente: noticias24.com / Fernando Vergara – AP Photo
Podría entonces plantearse una política exterior que contribuya a mejorar las relaciones con los Estados Unidos, principal socio comercial y cliente del petróleo venezolano, pese a que el discurso manejado hasta el momento por Maduro, en particular durante la campaña electoral con el fin de asegurarse votos, siga siendo contrario a esta hipótesis. Por ejemplo, durante la campaña electoral del actual presidente colombiano, se manejaba un discurso de continuidad que auguraba el statu quo de las relaciones con países vecinos como Venezuela y Ecuador, bastante deterioradas en ese momento. Cuando Juan Manuel Santos llega a la presidencia, a pesar de su cercanía con Álvaro Uribe y del papel desempeñado durante el gobierno de éste como Ministro de Defensa, el discurso se modifica y se implementa una política exterior estratégica, que buscaba limar asperezas con los gobiernos de Hugo Chávez y Rafael Correa para mantener unas relaciones pacíficas que permitieran generar acuerdos económicos y políticos en beneficio del país y de los proyectos bandera del Gobierno de Santos.
Una situación similar se puede presentar en Venezuela. Maduro podría decidir cortar con las inmensas colaboraciones que a nivel económico y de hidrocarburos reciben países como Cuba y Bolivia, y pasar a venderles el petróleo a precio real, sin privilegios, para evitar mayores recortes en el gasto público – el cual es actualmente insostenible – y poder continuar con los programas sociales, pilar fundamental de la base de apoyo al chavismo. Con este mismo objetivo, podría prolongar los acuerdos firmados con Irán, que le han sido de gran utilidad para llevar a cabo proyectos como Gran Misión Vivienda Venezuela, financiado por el gobierno y algunas empresas iraníes. Lo que quedaría en duda es si Venezuela continuaría apoyando o no el controvertido programa nuclear iraní, ya que si intentara mejorar las relaciones con Estados Unidos esta colaboración tendría que cesar.

Fuente: Yunior Lugo / EFE
Algo similar ocurriría respecto a China, pues – como ya se mencionó – este país también es un aliado clave para asegurar el financiamiento de los programas sociales que constituyen la base del chavismo. Asimismo, Venezuela tendría que seguir pagando la deuda adquirida con este país, lo que no está claro es la forma cómo lo haría. Maduro podría invertir en PDVSA para incrementar su capacidad de producción y así continuar el pago de la misma con barriles de petróleo, pero controlando que los gastos no sean superiores a los ingresos; o bien podría invertir en otros rubros diferentes al petróleo que le permitieran subsanar dicha deuda alejándose de la creciente dependencia de la economía a este hidrocarburo.
Además, cabe la posibilidad de que Nicolás Maduro busque generar nuevas alianzas y acuerdos bilaterales comerciales que promuevan la industria venezolana – dormida durante años – con el fin de diversificar la economía, favorecer el PIB y, en general, el crecimiento económico del país; lo anterior partiendo de las predicciones del Banco Mundial, las cuales estipulan que, si las condiciones económicas siguen siendo las mismas en Venezuela, su crecimiento económico en 2013 será de apenas el 1,8%, en contraste con el año 2012, en el que el crecimiento fue del 5%.
El rumbo que decida darle el nuevo Gobierno venezolano a la política exterior dependerá pues en gran medida de la estrategia económica que éste resuelva implementar para evitar que Venezuela caiga en recesión este año. Maduro tendrá que decidir entonces si le apuesta a un chavismo marcadamente ideológico sin recursos económicos que le permitan sostener su base social y política, o a un nuevo estilo de gobierno – con un tinte ideológico cada vez más hacía el centro – que le permita mantener dicha base, sin la cual su Gobierno entraría en franca decadencia.
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