Reino Unido, ¿se avecina tormenta?

El resultado electoral de los recientes comicios británicos echa por tierra todas las previsiones, dibujando un nuevo mapa político del Reino Unido. Las casas de apuestas tuvieron un día agitado y, seguramente, unos pocos hicieron fortuna a costa de muchos. Los escenarios que resulten de esta nueva realidad  replantean la agenda futura de las islas británicas y, tal vez, de la Unión Europea.

Álvaro M. Barea Ripoll

El palacio de Westminster, sede del parlamento británico. / Fuente: Maurice
El palacio de Westminster, sede del parlamento británico. / Fuente: Maurice

El calendario electoral de 2015 no se detiene y ahora ha tocado el turno del Reino Unido. Los británicos estaban llamados a las urnas para resolver diversos dilemas. Por un lado, la cuestión escocesa seguía atascada tras el apretadísimo referéndum de 2014 al no haber progresos significativos en la transferencia de competencias desde Londres a Edimburgo. Por otro lado, el auge del euroescepticismo trasladó el debate nacional no sólo a cuestiones de política migratoria, sino también a la propuesta de un referéndum de pertenencia de Reino Unido a la Unión Europea. Dicho auge movió al mismo Cameron a asumir el compromiso del referéndum sobre Europa si ganaba los comicios de 2015.

Hace unos meses se planteaba un escenario concreto donde la permanencia de Escocia –bastión laborista— en la unidad británica estaba en cuestión, y donde el desgaste del primer ministro Cameron ante la desastrosa campaña durante el referéndum escocés y el auge, del euroescéptico UKIP en los últimos comicios europeos –que le robaba apoyos conservadores y reconfiguraba la agenda política nacional— auguraba unos comicios reñidos y con cierta ventaja inicial de los laboristas de Ed Miliband. A día de hoy, el resultado electoral de los comicios del 7 de mayo es la última demostración de la impredecible naturaleza de la política.

Polling Starion (Recinto de votación). / Fuente: Secretlondon123
Polling Starion (Recinto de votación). /        Fuente: Secretlondon123

Los sondeos auguraban en la misma jornada de reflexión un empate entre los tories y los laboristas en torno al 30-35%, para algunos con una mínima ventaja conservadora pero con un rápido avance del partido de Miliband, y para otros con una ligera ventaja laborista. Otra verdad de la política acabó imponiéndose: en democracia, la única encuesta que vale es el voto.

La resaca electoral británica nos deja un escenario bien distinto al predicho. David Cameron no sólo ganó las elecciones, sino que logró los 326 escaños necesarios para tener mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. El partido laborista, por su parte, figura como el principal perdedor de la cita al quedar casi cien escaños por debajo de su rival.

¿Cómo se explica esta diferencia tan grande? La clave reside no sólo en el sistema electoral mayoritario británico, que otorga toda la representación de cada circunscripción a la candidatura más votada, sino también en los partidos bisagra y su drástica evolución electoral, cuya situación ha beneficiado enormemente al partido de David Cameron.

Por un lado, el Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg –socio de gobierno de los conservadores en la pasada legislatura— se ha desplomado, perdiendo el 85% del apoyo electoral que obtuvo en los comicios de 2010 y que esta vez fue a parar a la opción tory.

No sólo se han desplomado los anteriores socios de los conservadores, sino también quienes aspiraban a serlo en el nuevo tiempo británico. El euroescéptico UKIP aspiraba a mantener el 30% de los votos que consiguiera en las pasadas elecciones europeas, pero esta vez su apoyo cayó al 12,5% –más de la mitad—, teniendo que pagar el precio que el sistema electoral mayoritario que caracteriza a Reino Unido obliga a pagar, perjudicando seriamente a este partido –junto a los liberales— y otorgándole un único escaño.

Por otro lado, el SNP –Partido Nacional Escocés— ha demostrado en los comicios británicos que el referéndum escocés del año pasado no era un punto final, sino un punto seguido. El electorado escocés –tradicionalmente bastión laborista— se decantó por la opción nacionalista esta vez en vistas de que la cuestión escocesa está lejos de resolverse, amén de descubrir la fuerza de este movimiento que también se opone frontalmente a la idea de un gobierno conservador.

David Cameron la "única esperanza" del diario The Sun. / Fuente: I See Modern Britain
David Cameron es la «única esperanza» del diario The Sun. / Fuente: I See Modern Britain

En pocas palabras, el mapa electoral británico ha derivado en una concentración del voto radical, conservador y moderado en la candidatura de David Cameron, vaciando a los partidos que cohabitaban con ella la mitad derecha del espectro político del Reino Unido, mientras que la mitad izquierda del espectro se ha roto, debilitando al laborismo y ensalzando al nacionalismo escocés. El voto útil se impuso en el sector conservador no sólo para confrontar el aparente auge de la oposición, sino también para asegurar la gobernabilidad ante las previsiones de una situación de ingobernabilidad que parecían deparar las urnas. Mientras tanto, el sector progresista se fracturó debido a la incoherencia general de su voto, puesto que el voto laborista se movía en el eje ideológico izquierda-derecha, el voto escocés reposaba tanto en el elemento ideológico como en el identitario y, finalmente, Ed Miliband no aceptó –por un fallido cálculo electoral, a la postre— conformar una alianza que hubiera dado coherencia a todo el voto opositor.

Como en todo escenario temprano post electoral, las posibilidades son demasiadas como para aventurar situaciones concretas, pero hay ciertas tendencias que podemos prever con cierta solidez.

Por un lado, y en contraste con la volatilidad de los resultados electorales, la estabilidad política en Reino Unido queda garantizada al darse una mayoría absoluta. David Cameron no va a necesitar de otros ni va a tener que negociar para sacar adelante su programa político. Eso sí, su programa refleja el momento en que fue redactado y la influencia de quienes entonces eran sus potenciales aliados, lo cual se traduce en una línea política neoliberal, austera y revisionista en la cuestión europea. En este sentido, y por otro lado, debemos distinguir entre estabilidad y conflictividad, porque la acción del gobierno está asegurada pero también la presión de conflictos políticos que no se han cerrado o que están a punto de emerger.

La cuestión escocesa ha demostrado estar más que latente, y su resolución se antoja a priori complicada puesto que ambos partidos vencedores se han nutrido del voto contra el otro, endureciendo posiciones de cara a un posible acuerdo o avance de los compromisos asumidos el año pasado. En este contexto, el nacionalismo escocés podría aprovechar esta exhibición de músculo electoral para relanzar el órdago del referéndum, cuestión que independientemente de concretarse o no, seguro traería conflictividad a la escena política británica.

Y, hablando de referéndum, la previsión de una consulta acerca del papel del Reino Unido en la Unión Europea para 2017 en el programa electoral conservador implica un compromiso difícil de evadir para Cameron en base a su mayoría absoluta y la imposibilidad de culpar a socios de gobierno que influyan en la acción de gobierno. En este contexto hablamos de una cuestión que va más allá de las islas británicas, afectando a todo el continente.

La nueva agenda británica puede ser la de tomar la salida de Europa. / Fuente: Vadim Timoshkin
La nueva agenda británica puede ser la de tomar la salida de Europa. / Fuente: Vadim Timoshkin

En el menor de los casos, siendo posible la no celebración de dicho referéndum sobre la permanencia en Europa, sí es seguro que Cameron va a utilizar este compromiso electoral para forzar a su beneficio, y a modo de órdago, una mayor autonomía de la unión británica respecto a la unión continental. Y si consideramos, observando el plano continental desde una perspectiva más amplia, que la UE sigue enfrascada en el pulso político con el gobierno griego de Alexis Tsipras quien, a su vez, lanza sus envites en el sentido opuesto a los que lanzará Cameron, el órdago separatista británico puede terminar de fracturar el ya de por sí seco y chirrioso engranaje europeo.

Habrá que esperar a ver, de todas formas, la línea política que deparará el escenario post electoral británico cuando las aguas vuelvan a su cauce pero, por la sorpresa del resultado, parece ser que el resultado electoral se podría traducir un intento de mantener algo de seguridad para un tiempo de incertidumbre, no sólo en el Reino Unido sino también en el continente del que constituye un pilar indispensable. Tal vez, dentro de algunos meses, los votantes caigan en la cuenta que, irónicamente, buscaron seguridad en el camino a la incertidumbre y, como bien saben los británicos, brille un rato el sol mientras se avecina la tormenta.

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