GÉNERO: El pasado mes de octubre, miles de mujeres saudíes salieron a las calles detrás de los volantes para reivindicar su derecho a conducir sin tener la obligación de contar con un permiso de sus representantes legales. Activistas de todo el mundo han alzado la voz para apoyar el movimiento Women2Drive.

Después de meses de avisar al mundo y advertir a sus propias autoridades, el pasado mes de octubre muchas saudíes salieron a las carreteras, no en el asiento trasero, sino que fueron ellas las conductoras. El movimiento Woman2Drive ha tenido una gran repercusión en las redes sociales y ha logrado que activistas de todo el mundo apoyen esta causa. No sólo se están movilizando en el terreno, en el mundo entero ahora mismo se está ciberactuando; están circulando de un extremo del planeta al otro fotografías para ponerlas en el perfil de las redes sociales en muestra de apoyo, e incluso un grupo de jóvenes ha hecho una nueva versión de la famosa canción de Bob Marley No woman, no cry como No woman, no drive.

Esta lucha viene de lejos, cuando a comienzos de los noventa 47 mujeres de negocios y profesoras universitarias tomaron las calles de Riad, la capital de Arabia Saudí, mostrándose abiertamente tras el volante, exigiendo su derecho a conducir, para así no verse obligadas a depender de parientes masculinos, y para las más acomodadas, de sus chóferes. El año pasado, un grupo de mujeres, integrantes de la plataforma virtual Women2Drive in Saudi Arabia, colgaron en la red una serie de vídeos donde aparecían tras el volante. Como respuesta a esta proeza, el consejero religioso Majlis al Ifta al Aala, una de las autoridades religiosas más importantes del país, publicó un informe en el que aseguraba que si las mujeres adquirían el derecho a conducir en el país ya no habría más vírgenes, se incitaría a la prostitución, a la pornografía, a la homosexualidad y al divorcio. Incluso han llegado a advertir de que conducir puede causar graves daños en los ovarios y, por lo tanto, producir infertilidad.
Algunos resultados de la lucha femenina saudí
Durante estos últimos años han alcanzado pequeñas conquistas como el sufragio femenino así como la adquisición de su derecho a presentarse en las elecciones municipales —estos comicios van a ser los primeros que se van a realizar en 40 años, donde se erigirán a la mitad de los miembros de los 178 consejos municipales que forman el reino—. Además, según una noticia publicada por la prensa saudí, también serán incluidas en el Majlis a-Shoura, un cuerpo que se encarga de revisar las nuevas leyes del reino, y que cada vez tiene más influencia e importancia. Otro de los pequeños logros que han alcanzado ha sido el poder vender lencería femenina —trabajo que antes era realizado solo por hombres— y la participación de dos mujeres en los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres, aunque esta última fue una condición impuesta por el Comité Olímpico. En este sentido, el director de Iniciativas Globales de Human Rigth Watch, Minky Worden, ha asegurado que «la competición por la igualdad de géneros en Arabia Saudí no puede ser ganada hasta que los millones de mujeres y niñas, a quienes ahora se les prohíbe practicar cualquier deporte, puedan ejercer libremente su derecho a practicarlos».
Conquistar algunas libertades, en algunos casos, ha costado vidas humanas. El mejor ejemplo de esto es la tragedia ocurrida en 2002 en una escuela de niñas en Meca, donde un voraz incendio arrasó con el centro escolar y con la vida de 50 niñas. En este incidente, la Mutawa — el comité de promoción de la virtud y prevención del vicio, equivalente a la Policía religiosa del reino saudí— para evitar escenas «inmorales» impidió la entrada de los servicios de rescate que intentaban salvar a las niñas del fuego, puesto que estas no tenían puesta la abaya y habría sido «pecaminoso interactuar con ellas de esa manera». El escándalo permitió que se introdujeran ciertos cambios en el sistema educativo, una petición que las mujeres saudíes ya habían exigido hacía tiempo. Uno de los avances fue la reducción del peso del ulema sobre la educación de las niñas, lo que les daría más libertad.
El reino de las contradicciones
El Reino de Arabia Saudí es uno de los países musulmanes más cerrados al mundo, su lectura del Islam y la aplicación a rajatabla de la sharia mantienen a las mujeres de este país ancladas en la Edad Media, al margen de cualquier derecho y privadas de toda libertad. Esto no impide que sea el país más relevante en la zona, gracias a la gran cantidad de reservas de petróleo que posee, ya que cuenta con el 25,4% de las reservas mundiales, lo que lo ha convertido en uno de los estados más ricos del mundo. A su vez, es uno de los países con mayor desigualdad, puesto que sus riquezas se acumulan en muy pocas manos.
«A pesar de contar con una gran cantidad de reservas de petróleo, Arabia Saudí es uno de los países musulmanes más cerrados al mundo […] y la aplicación a rajatabla de la ‘sharia’ mantiene a sus mujeres ancladas en la Edad Media»
Está comprobado que el cálculo de sus reservas petroleras ha ido en ascenso desde 1962, sin contar todas las reservas que todavía no han sido totalmente comprobadas. Este país tiene más petróleo que Latinoamérica, África, Asia y el Pacífico, y el este y oeste de Europa juntos. Todas estas cifras ayudan a comprender la gran importancia que tiene Arabia Saudí en el mundo, y por qué la situación de las mujeres saudíes ha pasado a ser un tema tan sensible e importante.
Es innegable que debido a los grandes intereses económicos que tiene Occidente en este país, y en especial Estados Unidos, son muy pocas las voces que desde este lado del mundo se alzan para apoyar abiertamente y sin tapujos los derechos de estas mujeres, quienes en pleno siglo XXI están arriesgando su vida para defender algo tan trivial como el derecho a poder conducir libremente.
Arabia Saudí es un país lleno de contradicciones, donde las mujeres pueden estudiar e incluso trabajar —siempre, por supuesto, en instalaciones diferentes a las de los hombres— pero se les prohíbe conducir y sólo pueden viajar, salir de sus casas y tener propiedades con la compañía o el permiso de su marido, y en el caso de no tenerlo, de su padre o hermano. Un país donde las marcas occidentales llenan sus tiendas con la misma ropa que venden en este lado del mundo, pero todas las mujeres tienen que cubrirse de pies a cabeza con la abaya —obligatoria tanto para musulmanas como para extranjeras—, el niqab —obligatorio para las saudíes— o el hiyab —obligatorio para las no musulmanas sólo cuando desean acceder a una mezquita—.
Este país del Golfo Pérsico se resiste al cambio y al contagio de la Primavera Árabe y, de hecho, las pocas manifestaciones que se han vivido han sido rápidamente silenciadas. Es importante destacar que ha existido y existe una élite intelectual que insiste en la necesidad de reformas políticas y religiosas, y es en las manos de estos valientes activistas donde se encuentra la lenta apertura de la gerontomonarquía saudí.
La pesadilla de las mujeres saudíes
El oscuro mundo que nos describe George Orwell en 1984 es la realidad que viven las mujeres saudíes en pleno siglo XXI. Con el tiempo y el enriquecimiento cada vez mayor del país por los petrodólares, las saudíes han sufrido un duro y disimulado retroceso, en lugar del avance que todos creen y esperan. Una de las medidas que lo prueban es la decisión del reino saudí de mantener «bajo control» a las mujeres por medio de un sistema de mensajería de texto que avisa a los «representantes» de la dama en cuestión, vía SMS cuando está a punto de abandonar el país. No es nuevo que las saudíes necesiten el consentimiento de sus tutores o representantes legales para poder salir del país, ya que antes tenían que llevar consigo un documento firmado por su tutor que les daba el consentimiento para hacer viajes internacionales. A este argumento de carácter histórico es al que se ha acogido el Gobierno, asegurando que el nuevo sistema de SMS no es más que una manera de agilizar un proceso que ya venía existiendo pero que ralentizaba el trabajo en los aeropuertos.

El boom petrolero, lejos de modernizar esta sociedad y fomentar una mejoría de la situación de las mujeres, ha logrado que ésta sufra un retroceso, debido a que el aumento en el nivel de vida de las personas ha hecho que ya no sea necesario que las mujeres salgan a la calle para contribuir con la economía familiar. De hecho, diversos trabajos académicos han demostrado que antes del descubrimiento de los recursos petroleros, las mujeres de las zonas rurales trabajaban la tierra para conseguir dinero. Una vez se ha ido desmantelando ese sistema agrario y han nacido importantes ciudades, los hombres han conseguido salarios lo suficientemente elevados para que ya no sea necesario para las mujeres contribuir económicamente, así que se han visto obligadas a volver al encierro familiar.
Por otra parte, el Estado se ha visto económicamente capaz de desarrollar instituciones paralelas sólo para el uso de las mujeres, cuestión que no era posible antes de la llegada de los petrodólares. Por esta razón algunos economistas y politólogos han denominado la existencia de importantes recursos naturales como «la maldición de los recursos» de los países de la periferia, según el modelo de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein.
Uso de las tecnologías
El politólogo Langdon Winner, responsable de Humanidades y Ciencias Sociales en el Departamento de Estudios Científicos y Tecnológicos del Instituto Politécnico Rensselaer de Troy (Nueva York) introduce en su artículo Do artefacts have Politics? dos formas de ver los artefactos tecnológicos: por un lado los que sin haber sido creados con una intención política directa terminan teniendo una carga política importante y, por el otro, los que han sido creados por y para servir a intereses políticos. El caso del sistema de control vía SMS en Arabia Saudí es difícil encuadrarlo en una de las dos modalidades, ya que tiene características de la primera forma, al ser una tecnología que no fue especialmente creada para mantener controladas a las mujeres, sino como un sistema para cuidar mejor de los niños o de los ancianos con Alzheimer o demencia senil, que con sólo un mensaje de texto por parte de las autoridades los familiares podrían encontrarlos. Pero por otra parte tiene características de la segunda forma, porque hay un componente básico que es parte de esta modalidad: tiene que existir una autoridad que decida que a esa tecnología se le va a dar ese uso en específico, y en este caso se ha hecho de esta manera, la monarquía saudí ha tomado la decisión, independientemente de las excusas que dieron más tarde.
Tal y como dice el libro Carta al homo ciberneticus de Andoni Alonso e Iñaki Arzoz «en este recorrido de varios miles de años se percibe cómo esa realidad tecnológica del homo sapiens se lanza al futuro en un proyecto que, convertido, a veces en sueño y a veces en pesadilla, va a determinar el futuro de la humanidad». En este caso, de la manera en que están siendo utilizados los SMS en Arabia Saudí, la tecnología se ha convertido en una pesadilla, en los grilletes que llevan las mujeres del reino del wahabismo.
Bastante lejos se encuentra la realidad de las mujeres rastreadas por SMS de la visión de la tecnología que tenía Tomasso Campanella, y en general del pensamiento utopista que reinaba en el siglo XIX, donde se entendía que «el nuevo pensamiento científico conlleva un aumento de libertad […]. Su libro La Ciudad del Sol es todo un manual para el diseño de un estado mundial —un lejano antecedente de la globalización— en el que el conocimiento científico ha de ser una herramienta primordial para su buen gobierno».
Esto toca de manera bastante clara un problema ético. ¿Quién tiene el derecho de rastrear a otro ser humano cual mascota con un chip en el cuello? Y a su vez entra el tema de la geopolítica y del hegemón. ¿Por qué Estados Unidos se rasga las vestiduras apoyando a los manifestantes en Ucrania y nadie habla del rastreo que sufren las mujeres en el país con las mayores reservas petroleras del mundo? Antes que la ética están los intereses económicos y geopolíticos del hegemón, ese que en teoría es el abanderado de los Derechos de las personas en todo el mundo, pero que al final defiende sólo el de los que se enfrentan a sus enemigos políticos, y son incapaces de levantarse y hablar claro sobre la precaria situación de la mujer saudí dentro de su jaula de oro.
Como consuelo se podría decir que algunos ciberactivistas están usando estas tecnologías para contarle al mundo lo que pasa dentro de su país, pero en lo que respecta a las mujeres, por más que escriban en blogs, Twitter o Facebook, mientras sigan siendo monitorizados todos sus movimientos por SMS están perdiendo la guerra ante el Gran Hermano al-Saud.
Muchas veces la tecnología desarrollada no es lo que más importa, lo que realmente importa son los sistemas de Gobierno y los sistemas económicos donde estos se implanten, y dependiendo de esto se creará igualdad o desigualdad, catástrofes o ayuda a las personas.
*Andreyna Valera Giménez (Venezuela) es licenciada en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y máster en Análisis Político por la UCM, donde se especializó en situación de la mujer en el movimiento wahabí saudí y qatarí. Actualmente, estudia el Doctorado en Ciencias Políticas por la UCM y un máster sobre movimientos y redes sociales. Es jefa de sección de La Huella Digital.