El mito y la memoria en la búsqueda de la independencia de Escocia

DEMOCRACIA: La idea de ‘Escocia’ no es un concepto fijo que reside en una realidad externa independiente. Engloba ciertos elementos duraderos, pero está sujeto a cambios. Pensando en la independencia, el Scottish National Party (SNP) debe proyectar su visión de Escocia diferenciándola de Inglaterra y Reino Unido. Una táctica que se puede usar para conseguir esto es escoger y resaltar algunos temas históricos que han formado la nación escocesa y la identidad nacional. Así, el proyecto resonará con el pueblo escocés, despertará emociones y, en algunos momentos, ayudará a desviar cuestiones sobre la validez y coherencia de los argumentos.

Matthew Robson

escocia
Fuente: Yes Scotland.

Tal vez la estratagema más significativa y audaz del debate sobre la independencia de Escocia han sido los intentos realizados por el Scottish National Party (SNP) para desasociarse a sí mismo del referéndum. La implicación es que esto no se trata del nacionalismo escocés, de lo cual el SNP es el principal paladín, se trata del pueblo escocés. El problema con este argumento, sin embargo, es que una vez invocada la idea de un pueblo o nación, ya estamos dentro del ámbito del nacionalismo. Así pues, convencer a la gente de esto constituye un logro bastante importante. La verdad es que el objetivo de la independencia política es la razón de ser del SNP desde que se fundó; el partido es el responsable de convocar el mismo referéndum y es el único partido mayoritario que está a favor de la secesión de Escocia; y además, crucialmente, es el SNP que controla el discurso nacionalista abogando el voto a favor del «sí».

Este juego de manos recuerda a afirmaciones previas que el nacionalismo de ellos es «cívico»; es decir, una variante más aceptable que consta de un conjunto de derechos y responsabilidades compartidas. El académico prominente Anthony D. Smith ha argumentado, sin embargo, que la dicotomía de un nacionalismo «cívico» o «étnico» es efectivamente un espejismo (Smith, 1987). No se puede tener el uno sin el otro, puesto que un nacionalismo «cívico» no sería posible sin una base «étnica». No son valores cívicos los que incitan y homogenizan la idea de una comunidad compartida, aunque sí pueden desempeñar un papel. Es toda una rama de elementos los que pueden relacionarse con un pasado étnico compartido. Se trata mucho más de un sentido de territorio compartido; los símbolos nacionales; los héroes pasados; los recuerdos compartidos, sean verdades o no; y los mitos nacionales. De una manera u otra, el SNP debe apelar a algunos de estos elementos si quiere captar la imaginación de las masas.

La inferencia que se puede hacer, por lo tanto, es que debería ser posible detectar algunos hilos en el actual discurso nacionalista que pueden vincularse con ideas compartidas de un pasado étnico. De hecho, la mismísima idea de una distintiva nación escocesa, indicada por medio de las referencias a un «pueblo», «nosotros» y «nuestro», se construye sobre una serie de mitos. Uno de los más importantes es el mito de «descendencia compartida». Los orígenes compartidos, especialmente si se pueden rastrear al pasado lejano, atribuyen a la nación una longevidad y por lo tanto, una credibilidad. Explica por qué un grupo de personas constituye un colectivo en concreto y ningún otro, a pesar de todas los demás diferencias, y por qué los miembros comparten una cultura y tradiciones. Se atribuye un grado de coherencia por lo cual un trabajador en Edimburgo y un millonario en Aberdeen pueden contar con los mismos objetivos políticos, mientras que dos trabajadores de Edimburgo y Liverpool se encuentran en lados mutualmente exclusivos.

Uno de los mitos más importantes de una distintiva nación escocesa es el de la ‘descendencia compartida’

Es interesante notar que el énfasis puesto en la longevidad de la nación escocesa, al que suscribe el SNP, genere problemas para un nacionalismo supuestamente «cívico» en la medida en que parecería excluir a las personas procedentes de otros países. Esta contradicción se resuelve, aparentemente, por medio de otra incursión en el pasado, lo cual les permite destacar de modo ahistórico las raíces de una «nación mestiza» (Atsuko, 2004). A propósito, el mismo punto de referencia puede usarse para construir la imagen de una nación intrínsecamente «abierta» y «tolerante». En cualquier caso, lo que importa es que elementos del pasado son seleccionados como antecedentes a las características percibidas de la nación escocesa. Demuestra cómo el pasado se usa de manera selectiva para justificar políticas introducidas por el SNP en el presente. Reconocer que la independencia de la nación es la política más importante del SNP significa que la construcción de la relación entre Escocia e Inglaterra, o el resto del Reino Unido, asume una gran importancia.

Simplemente no es posible comprender el nacionalismo escocés y la voluntad de separarse de Reino Unido sin referencia a entendimientos populares de la historia entre Escocia e Inglaterra. La rama dominante de ello es, en esencia, la narrativa de una relación intensamente antagónica en lo que una nación pequeña pero orgullosa, se encuentra en oposición a una nación mucho más grande y poderosa, tanto en términos de población como recursos. Cuenta cómo Inglaterra ha constituido una amenaza persistente a la supervivencia y el éxito de la nación escocesa debido a constantes intromisiones e intentos de imponer su voluntad sobre el pueblo escocés. También se trata de intimidación y de traición, y una rama de acontecimientos que existen como pruebas de que los ingleses no son de fiar. Es una versión de la historia tomada de un periodo en concreto y por lo tanto es selectiva, pero que ha perdurado.

La variante moderna de estos temas históricos ha experimentado una transformación, aunque todavía es posible detectar sus hilos en el actual discurso nacionalista. Hablar de un país dominado —Escocia— y un país dominante —Inglaterra— ya no es compatible con declaraciones de un nacionalismo «cívico». En los últimos tiempos, las referencias a Inglaterra se han sustituido por otros indicadores: «the London Parties»; «the Westminster Parties»; o incluso «the UK Parties». La función es la misma, sin embargo, y los tres se convierten en significantes de la idea que el poder, centralizado en Londres, se utiliza para suprimir, coaccionar y subyugar a la nación escocesa. Durante el debate sobre la independencia de Escocia, esta oposición se ha demarcado claramente por el SNP, construyendo con frecuencia la percibida naturaleza nociva y asimétrica de la relación entre la nación escocesa y el centro de poder en Londres.

Una de las maneras en que se ha expresado es por los avisos directos de una «amenaza». Esta táctica se utilizó, por ejemplo, en relación con el propuesto referéndum de Reino Unido sobre la Unión Europea (UE), lo que podría resultar en la salida del país. Destacado en particular es la «amenaza» dirigida a negocios escoceses como posible resultado de la consulta. Todo ello, a pesar de que una Escocia independiente tendría que solicitar de nuevo la adhesión a la UE, un proceso que lleva una posibilidad muy real de que se encuentre con un veto de otro estado miembro, tal como España. Pero más significativa aún ha sido la aseveración de que Londres, o el Westminster, constituye una amenaza al National Health Service a causa de la campaña de «privatización» que se está llevando a cabo en Inglaterra. La realidad es, sin embargo, que el sistema de salud es el asunto del Parlamento Escocés y que el gasto per cápita es más alto en Escocia que en Inglaterra.

Si la construcción de una «amenaza» externa tiene la función de animar a los escoceses en defensa de la nación, ha habido una rama de otras tácticas usadas para socavar la campaña a favor del «no». Por ejemplo, en 2012 la viceprimera ministra Nicola Sturgeon acusó a Westminster de «dictar los términos del referéndum» y de «intentar interferir en la democracia escocesa». Al recibir la noticia de que el Gobierno de Reino Unido rechazaría la posibilidad de una unión monetaria con Escocia, Sturgeon dijo también que «la clase dirigente está intentando atacar en grupo a Escocia». Los argumentos formulados por políticos en contra de la independencia se desestiman por ser meramente «alarmistas» o, incluso, «intimidantes». Agregado a esto son las insinuaciones de que no se pueden fiar de los partidos de Reino Unido. Con respecto al escepticismo sobre las cantidades de petróleo en aguas escocesas, dijeron que «Westminster está jugando viejos trucos» e intentando «timar a la gente de Escocia».

Escocia, en cambio, se presenta como una nación llena de talento, pero una que tiene que conseguir la independencia para alcanzar su potencial. Sumamente importante para ello es la promesa de una sociedad «más justa». El actual contexto político es particularmente favorable para la cultivación de esperanzas de este tipo; una crisis económica persistente; las medidas de austeridad llevadas a cabo por un Gobierno conservador; la impopularidad del Partido Laborista; todo ello permite que el SNP se proyecte como el defensor de los valores social-democráticos. Una inspección más cuidadosa revela, sin embargo, que esta mascarada está lejos de la realidad; de hecho, la intención de bajar el impuesto de sociedades por el 3% indica que pasaría lo contrario.

Con todo, esta faceta del discurso nacionalista es particularmente efectiva, no sólo por el contexto del momento. También apela a otro mito prevalente en la sociedad escocesa; a saber, que su naturaleza es inherentemente «compasiva». Las justificaciones históricas se han concedido a esta idea por referencia a la Iglesia Presbiteriana Escocesa y su estructura horizontal, lo cual distinguiría a Escocia de los modelos jerárquicos de las denominaciones religiosas en otros países tal como Inglaterra (Atsuko, 2004). Sea cual sea la premisa retrospectiva, los estudios de hoy en día parecen demostrar que hay poca diferencia entre Escocia e Inglaterra respecto a actitudes sociales (Hassan, 2012). No obstante la atribución de marcadores de identidad como «compasivo» desempeña el papel de demostrar la singularidad de la nación escocesa. Una perspectiva derrideana nos informaría de que este proceso se trata casi siempre del «otro»; en este caso, Inglaterra, a lo cual por inferencia se designaría las características; insensible, individualista e intolerante. La inferencia es que por estas razones la independencia de Escocia sería imprescindible.

La cuestión aquí no es sugerir que el uso de mitos nacionales y la elección de narrativas históricas son intrínsecamente malos. En mayor o menor medida, todas las naciones se forman por ellos y en su ausencia, no habría nada para explicar de dónde ha venido una nación, o qué camino tomaría en el futuro. Tampoco se pretende sugerir que sólo hay un lado de este debate que se mete en la ofuscación de los asuntos. El debate sobre la independencia de Escocia es una batalla política, una lucha por la que el discurso unionista intenta incluso controlar estas tácticas discursivas para volverlas en contra del SNP. Se argumenta aquí, no obstante, que están cargadas de resonancia cuando son utilizados por el SNP porque corresponden con las creencias populares sobre la historia y la naturaleza de la nación escocesa. Esto a su vez, suscita emociones, fortaleciendo un sentido de consciencia colectiva, lo que puede, en última instancia, anular la validez de los argumentos racionales formulados en contra de la independencia.

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