Andalucía, la resistencia del último bastión socialista

DEMOCRACIA: Las elecciones andaluzas remiten a variados análisis, dependiendo de la organización política en liza. Cada cual valora el resultado en función de sus intereses. No obstante, hay otras cuestiones que los resultados electorales informan y que requieren ser analizados. ¿Qué tan particularista es el sufragio?, ¿hay cambio político ad portas? o ¿cuánto influye la abstención en la composición del sistema de partidos andaluz? Estos son aspectos que pueden arrojar algunas luces para las próximas convocatorias electorales.

Eduardo Alvarado Espina

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Frontis Parlamento Andaluz

El adelanto de las elecciones ha reorganizado el mapa electoral andaluz. En este escenario se ha cumplido el objetivo de la presidenta de la Junta al consolidar su Gobierno y lograr presentar una «foto ganadora» al resto de España. Eso sí, no ha conseguido mejorar su último resultado electoral. Los 47 escaños no dan mayoría absoluta para gobernar en solitario y no reflejan la pérdida de votos de los socialistas andaluces, que transitan del 39,52% en 2012 al 35,49% de los votos en 2015. Un poco más de 114.000 sufragios perdidos que evidencian su peor resultado histórico. En tanto, la derrota del Partido Popular sólo puede ser catalogada de rotunda y evidente —17 escaños y 16 puntos porcentuales menos—. El otro gran damnificado es Izquierda Unida que se hunde en la irrelevancia política con tan sólo cinco diputados.

Por otra parte, los «nuevos partidos» irrumpen en el Parlamento autonómico con bastante notoriedad, pero sin la espectacularidad esperada. Para Podemos los 15 escaños es un buen resultado, pero insuficiente para llevar adelante «el programa de emergencia social». La formación que lidera Pablo Iglesias quedó por debajo de las expectativas, aunque con una muy buena votación, casi 600.000 sufragios, lo que le sigue proyectando como la única organización política que puede «desbancar» a los partidos del bipartidismo como única opción de gobierno en España. Para Ciudadanos, el quinto partido con representación, los 9 diputados que obtiene le brindan un ascenso no pronosticado que les consolida como un actor competitivo en la centro-derecha.

A partir de ahora, la Asamblea Autonómica adquiere una conformación más pluralista, que obliga a pactar y/o someter a un consenso más amplio las decisiones del gobierno autonómico. Sin embargo, estos resultados aún siguen otorgando las dos primeras mayorías relativas a los dos partidos tradicionales del régimen monárquico-constitucional. Socialistas y populares suman más del 80% de los escaños, algo menos que en la anterior elección, cuando concentraron el 89%. Por tanto, el bipartidismo en Andalucía queda golpeado, pero parece estar muy lejos de desaparecer, y esto es algo que puede tener varias explicaciones contextuales, como el modelo político, las asimetrías informativas, la ideología dominante, la particularidad política, el clientelismo o la abstención electoral. Aquí nos centramos en las tres últimas.

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Resultados elecciones andaluzas 22M

La singularidad política

Los cambios de ciclo político tienden a ralentizarse en geografías humanas cruzadas por elementos identitarios poderosos, por particularismos que exponen idearios basados en una tradición cultural que persiguen reafirmarse políticamente. Andalucía corresponde a uno de estos idearios, marcados a fuego, tanto interna como externamente, con las siglas del PSOE. Responde a esa concepción de realidad etnográfica que se asimila a otras identidades regionales de España y que hace difícilmente extrapolables sus resultados electorales al resto del país. Así, esta plaza mantiene un comportamiento político anclado en la ruptura transicional y territorial de hace más de tres décadas, en la cual los socialistas son los grandes beneficiarios. Es un voto tradicionalista, que mantiene su fidelidad hacia aquellos que llevaron la modernización urbana y social, e introdujeron una «identidad nacional» sin desmontar la estructura agrario-campesina que caracteriza el modelo productivo de Andalucía. Es una expresión de la resistencia –por ahora– al cambio político. Un hecho que queda de manifiesto en tanto que el actual partido de gobierno sólo consigue una victoria pírrica, sin beneficiarse de la caída en picado de su competidor más cercano.

La práctica clientelar 

La manera de gestionar el poder político ha sido a través del pago de favores, prebendas y regalías hacia quienes colaboran en la reelección del PSOE. No sólo se ha tratado de pedir el voto a quienes tienen alguna vinculación contractual con la Administración autonómica, sino también de una red de influencias y de contraprestaciones que se realizan para mantener el poder. Así, financiar campañas políticas a cambio de contratos públicos y/o «solicitar» el apoyo durante la campaña a los funcionarios públicos, con la motivación de no ser despedidos en caso de perder las elecciones, se constituye en una práctica común. Este fenómeno clientelar es uno de los factores que ha conseguido movilizar a un parte significativa del electorado para apoyar la lista de Susana Díaz.

La abstención y el sistema electoral 

La movilización electoral de un 63,94% –superior a la del 2012– se acerca más a los mínimos históricos que a los procesos más participativos de 2004 y 2008. Este hecho favorece a los dos partidos mayoritarios, ya que tienen un apoyo significativo entre los votantes de mayor edad, sobre todo si lo comparamos con partidos como Podemos y Ciudadanos (Barreiro, 2015). Así, no resulta extraño que sean los «viejos partidos» los que consigan una representación más holgada en estas elecciones autonómicas.

El 36,06% de abstención registrado no ha permitido una modificación sustancial en el tablero político de la Comunidad Autónoma. La baja movilización electoral siempre tiende a beneficiar al partido en el gobierno y/o a la derecha. Es un comportamiento que se corresponde con una conducta social muy lógica, los que menos se cuestionan la realidad política son los que siempre votan optando por el gobierno –sea de izquierda o derecha– o por el partido conservador.

Los abstencionistas, por su parte, entienden que la convocatoria electoral no les incumbe, ya sea por sentirse al margen de la política o por ser altamente críticos con ella. Son el símbolo más gráfico de la desafección hacia un sistema político, pero también la evidencia de un sesgo político que perjudica a los partidos de izquierda (Lavezzolo y Riera, 2008). Por ello, para que hubiese una transformación significativa en la correlación de fuerzas tendría que haberse producido una participación superior al 70%, donde el sufragio de la gente joven tuviese un valor más significativo. Ante esa realidad, en las próximas elecciones de mayo los partidos que desafían el oligopolio político del PSOE y PP deberán considerar revertir esta situación. Sobre todo si pretendan terminar con una institucionalidad corrompida.

Punto aparte merece el análisis del sistema electoral. Un plagio del mecanismo que se utiliza a nivel estatal (Román, 2014) y que, al igual que éste, propende a la sobrerrepresentación de los dos partidos más votados, generando efectos desproporcionales en la transformación de los votos en escaños. Así, por ejemplo, en Almería el Partido Socialista obtiene cinco escaños, con el 32,84% cuando proporcionalmente le correspondían cuatro. Al contrario, Podemos en esa misma provincia obtiene uno, con el 10,92%, cuando le hubieran correspondido dos. En Sevilla el partido de Susana Díaz también se beneficia del sistema electoral, ya que se queda con ocho diputados en vez de los siete que le corresponderían proporcionalmente.

Además, el coste del escaño queda distorsionado debido, en gran medida, a la distribución y la magnitud de las ocho circunscripciones electorales. Esto es lo que permite que el resultado general otorgue al PSOE, con el 35% de los votos, el 43% de los escaños.

En definitiva, el sufragio en Andalucía mantiene un claro sesgo tradicional. Un fenómeno que permite retener el Gobierno de la Junta en manos de los socialistas. No obstante, esto ya no es útil para ejercer la hegemonía política como antaño. El resultado electoral del 22 de marzo sólo representa el último bastión de resistencia ante el cambio político. Un cambio que tendrá que reservarse para la próxima convocatoria electoral –en cuatro años más– al no conseguir movilizar un mayor apoyo entre los abstencionistas y los mayores críticos de la realidad política social y económica de la Comunidad. De este modo, el bipartidismo se resiente pero no decae, tal y como se pronosticaba antes de la celebración de estas elecciones. Lo que sí cambia es la composición del Parlamento andaluz, que incorpora dos nuevos partidos –Podemos y Ciudadanos– que se suman a los tres «históricos». Ahora hay dos partidos de izquierdas, uno de centro izquierda, y dos de derechas que permiten apuntar que el nuevo ciclo político español tardará en llegar al sur de España.

MÁS INFORMACIÓN:

Barreiro, B. (2015). La rebelión de las masas, El País, Madrid. Publicado el 10 de marzo de 2015

Lavezzolo, S. y Riera, P. (2008). Las causas de la participación y sus consecuencias en el voto de centro y de izquierda en España, Fundación Alternativas, Madrid.

Román, P.(2013). Los sistemas de partidos en las comunidades autónomas. En Ferri, J., Política y Gobierno en el Estado autonómico, Tirant lo Blanch, Valencia.

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