OPINIÓN: «Con la bandera de la justicia en alto, esos críticos, muy bullosos, afirman que sólo aceptarían un acuerdo de paz con la guerrilla, sí y sólo sí, sus líderes van a la cárcel, de lo contrario, ¡todo para el carajo! […] Armamos bandos de guerra para defender o atacar la paz. Irónico».
He visto a víctimas de las FARC diciendo que perdonan a los guerrilleros que les causaron dolor. He visto y oído a esas víctimas pidiendo que se firme un acuerdo de paz. Una petición legítima, ¿saben? Al fin y al cabo, ¡han sido ellas las que han sufrido los azotes de la guerra! Son ellas las que llevan las cicatrices en sus cuerpos y en sus almas.
Por otro lado, se escuchan alegatos enardecidos y discursos monoargumentales de quienes se oponen al proceso de paz. Ciudadanos urbanos que siempre han trabajado detrás de un escritorio, en la comodidad de la ciudad, con una casa segura donde llegar todas las noches, con colegios para enviar a sus hijos y sin el miedo a un hostigamiento, a un enfrentamiento entre militares y guerrilleros o a un cilindro bomba.
Con la bandera de la justicia en alto, esos críticos, muy bullosos, afirman que sólo aceptarían un acuerdo de paz con la guerrilla, sí y sólo sí, sus líderes van a la cárcel, de lo contrario, ¡todo para el carajo! Qué fácil es azuzar la guerra cuando, ni yo, ni los míos, tienen que enfrentarse al enemigo.
¿Es acaso mi país tan violento que cuesta tanto querer que se finalice un conflicto? ¿Estamos tan naturalizados con la guerra que nos da igual que las noticias vuelvan a estar marcadas por militares y guerrilleros muertos, desplazamiento de compatriotas y derribamiento de torres de energía? No lo entiendo.
Lastimosamente, la finalización de un conflicto, como tantas otras decisiones en el país, se politiza. Armamos bandos de guerra para atacar o defender la paz. Irónico.
El hecho de eliminar a un grupo armado a través de un medio pacífico es una ganancia para todos, ¡claro! Sobre todos para aquéllos que durante cincuenta años, en las montañas colombianas, han vivido de frente la guerra que los citadinos no hemos visto. Pero, como siempre, eso no importa.
Interesante. Habría que añadir este deseo de venganza que hace parte de muchos colombianos. Según el cual la mejor forma de acabar con el que piensa y actúa distinto es aniquilarlo.
Jennifer.
Respecto a tu artículo, quiero hacer algunos respetuosos comentarios:
En primer lugar, no se podría justificar una posición política favorable al proceso de paz en el hecho de que haya víctimas que han expresado su perdón a los grupos guerrilleros, pues ello implicaría por si, que también se justificaría la posición de grupos como los paramilitares que siendo muchos de ellos víctimas de las FARC, decidieron tomar venganza con acciones execrables y entonces cabría la pregunta de si tenían razón en su posición por haber sido víctimas, cosa que personalmente no creo.
En segundo lugar, el argumento de que para los ciudadanos que vivimos en los centros urbanos el conflicto no nos causa temor puesto que no nos vemos expuestos a los hostigamientos, considero que es una falacia, especialmente viniendo de una analista política, puesto que en primer lugar, no es cierto que el conflicto no se presente en áreas urbanas, que no haya milicias de la guerrilla en las ciudades que realizan atentados, que no haya delincuentes comunes que secuestran a nuestros seres queridos para venderlos a la guerrilla o que no estemos expuestos a chantajes y extorsiones de parte de estos grupos ilegales. Y en segundo lugar, bien debes saber que una nación es una sociedad política y económicamente integrada, que los efectos de un conflicto en alguna de sus regiones tiene repercusiones en el resto; no en vano tenemos un presupuesto que destina un muy alto porcentaje de sus recursos a la guerra, en detrimento del desarrollo y la inversión social y ese dinero lo colocamos nosotros desde la comodidad de nuestros escritorios. Igualmente, es bien sabido que el conflicto restringe en dos o tres puntos el crecimiento de la economía y eso significa menor inversión y menores oportunidades laborales que lo sentimos las familias que vivimos en centros urbanos, y ello sin contar los efectos en el encarecimiento de varios productos de la canasta familiar gracias a las dificultades para transportar dichos productos de los territorios en conflicto a las ciudades.
Por último, aclarando que no soy uribista ni detractor de los esfuerzos por alcanzar un acuerdo con la guerrilla, si se necesita mayor seriedad de las FARC para este proceso, pues no es posible que mientras por un lado nos dicen que quieren una salida negociada al conflicto, por otro lado se dediquen al secuestro, a la extorsión, al reclutamiento forzado de menores, a llevar a cabo masacres como la de los soldados en el Cauca, etc.
Entonces, no es cuestión de que no nos importe ni que no hayamos vivido el conflicto, es cuestión de que sean serios; si van a buscar una salida pacífica, negocien con seriedad y sin ese juego de la doble moral, pero si van a seguir con un falso discurso mostrando una cara de pacifistas a la comunidad internacional pero por otra parte delinquiendo y poniendo trabas al proceso mientras se hacen más fuertes, es mejor terminar la farsa.
Saludos.
Y cual es la propuesta de los señoritos que claman más sangre? a ver
Querida Jennifer,
En este país todos los días podemos apreciar noticias como la de un gomelo matando con el carro, o un político llenándose los bolsillos de dinero adjudicando contratos a familiares y conocidos. También se evidencias noticias de masacres de campesinos llevadas a cabo por uno u otro grupo armado. Y al final de todo esto, solo podemos sentir indignación al ver como unos y otros se salen con la suya sin que el estado los haga responder por lo que hicieron.
Creo fervientemente en que uno de los problemas de los colombianos es que no nos gusta pensar. Eso hace que aceptemos cualquier argumento sin siquiera analizarlo.
Me considero una persona con ideales de izquierda, pero el discurso que tú narras acá es el típico que están nombrando muchos que poseen afinidad con las FARC, y que la mayoría de ellos ni siquiera lo analiza. No entiendo aún por qué mezclan el hecho de que algunos colombianos nos podamos sentir indignación frente a la impunidad en crimenes sociales (de todo tipo) con el hecho de que no queramos paz.
Quiero entonces proponerte una pequeña inquietud: ¿acaso los colombianos que queramos que se acabe la guerra en este país debemos dejar de sentir indignación ante la presente impunidad que ocurre? Tú dices explicitamente, los que quieren la paz, deben dejar de ser egoístas y permitir que delincuentes no paguen por sus crímenes. ¿Eso es egoismo?.
Yo te pregunto por qué tus jefes no dejan de ser egoistas y acaban la guerra proponiendo que ellos van a pagar por sus crímines y enmendar a las víctimas.
Te deseo un muy buen día Jennifer.
Un colombiano cualquiera