Cataluña, 27-S: la canción del verano

DEMOCRACIA: El encaje de Cataluña en el conjunto de España es una cuestión que afecta de manera estructural la política nacional –o plurinacional, para no herir sensibilidades— española. Es por ello que el desafío soberanista catalán aparece repetida y frecuentemente en la agenda política española, especialmente desde la deriva independentista del gobierno de CiU liderado por Artur Mas.

Álvaro M. Barea Ripoll

Catalan_Flag_Parachute
Espectáculo aéreo con las banderas española y catalana. Fuente: Wikipedia.

 

A estas alturas se ha escrito mucho acerca de la cuestión soberanista catalana, entendida en términos simplistas como el conflicto político mantenido por los actores políticos que apoyan la independencia de Cataluña y los actores que apoyan la permanencia de ésta en el conjunto de España. Sea cual fuere la relación psicosocial y/o político-jurídica entre los catalanes y el resto de españoles, es innegable la existencia de un vínculo identitario entre unos y otros. La tensión generada por la cohabitación de distintas identidades en el seno de la sociedad catalana no sólo afecta a la manera de definirse como catalán, sino también a la manera de definirse como español. Es decir, para saber en qué consiste la catalanidad hay que saber también en qué consiste la españolidad y viceversa.

El penúltimo capítulo de la historia se escribió en noviembre de 2014, cuando el independentismo catalán –liderado por el President Artur Mas y apoyado por diversos partidos, movimientos y grupos de interés afines a la causa— convocó una consulta popular para definir la naturaleza política de Cataluña y que, en realidad, buscaba legitimar la apertura del proceso de su independencia y secesión del resto de España. El resultado del referéndum, a la postre, fue una derrota del independentismo debido a su baja participación que envió la cuestión catalana a la nevera de la agenda política española, dejándola en standby pero nunca dándola por muerta. Tras el fallido intento de legitimación popular, los líderes soberanistas entendieron que aún no era tiempo de cosecha y decidieron posponer el siguiente envite un año para así relajar el desgaste provocado por el constante estado de enfrentamiento y tensión identitarios. De este modo, el catalanismo independentista pedía la revancha para el 27 de Septiembre (27-S) de 2015.

Nos encontramos –a la redacción de estas palabras— a finales de julio de 2015; quedan dos meses para unos comicios catalanes que se plantean como un plebiscito acerca de la independencia, buscando así lograr la participación legitimadora que no se consiguió en el pasado referéndum, y el tablero político ha cambiado con respecto al año pasado.

Por un lado, mientras que los clásicos partidos constitucionales –entendidos como contrarios a la secesión— han perdido peso electoral en las encuestas, nuevos partidos con aspiraciones nacionales en España toman el relevo. La caída de PSC y PPC han dado paso al auge de Ciudadanos (C’s) –que, hasta las elecciones municipales del pasado Mayo, era un partido limitado al ámbito catalán— y Podemos. Éste último partido, que parece absorberá al voto desencantado de la izquierda nacionalista catalana, concurrirá junto a ICV, partidario el año pasado de la consulta y que ahora antepone la agenda social a la agenda nacionalista.

Por otro lado, el catalanismo ha variado en mayor medida. La gobernante coalición CiU, compuesta por dos partidos de tendencia nacionalista y democristiana –CDC y UDC—, se ha disuelto para dar voz a dos corrientes diferenciadas dentro del independentismo. A un lado está la UDC –liderado por Josep Antoni Durán i Lleida— que propone una independencia consensuada y llevada a cabo desde la legalidad española, europea e internacional; al otro está la CDC del actual President Mas, la cual se ha coaligado con la ERC de Oriol Junqueras y los movimientos sociales independentistas, con especial relevancia de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural (OC), cuya plataforma –Juntos por el Sí— plantea la secesión como un proyecto incompatible y superior al ordenamiento jurídico español, contemplando la declaración unilateral de independencia. No dejan lugar a dudas las palabras de quien va a liderar la lista de esta plataforma independentista para el 27-S, Raül Romeva: «Si España bloquea este proceso, se producirá una declaración inmediata de independencia. Vamos a por todas, ya no tenemos margen. Esto va en serio y todo el mundo tiene que entender que lo haremos.»

Espectro
Evolución en el posicionamiento de los partidos, según las declaraciones públicas de sus líderes, respecto al catalanismo. Elaboración propia

Harto sabido es que la sociedad catalana es muy compleja en cuanto a su propio sentimiento identitario, pero también lo es para apreciar sus inquietudes como sociedad. En este sentido, el cambio de posiciones del espectro político de las identidades responde a un desajuste entre la agenda política soberanista y las preocupaciones reales de los catalanes que, según el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) en su último barómetro, a Junio de 2015, son el paro y la precariedad laboral (64,2%), insatisfacción con la política (44,9%) y el funcionamiento de la economía (31,7%). De ahí se explica el cambio de rumbo de UDC, la postergación de la senda independentista por parte de ICV y la renuncia tácita del PSC de cualquier consulta popular, así como el auge de Podemos. Del mismo modo, la alianza entre ERC y CDC –que era estratégicamente descartada hace meses por una ERC en auge— hoy resulta vital para el bloque independentista a fin de mantener opciones de éxito en este órdago plebiscitario independentista. El auge de otras preocupaciones en la sociedad catalana obliga al independentismo a concentrar su estrategia para impactar de nuevo en la agenda política y evitar la derrota por dispersión en los próximos comicios.

Y es aquí que nos encontramos a Julio de 2015, a dos meses del 27-S, con el resurgimiento –y con fuerza— de la cuestión catalana en la agenda política española y catalana desde hace un par de semanas. Las editoriales de los medios de comunicación, así como los discursos de los líderes políticos, vuelven a orbitar en torno a la posible independencia de Cataluña, a los desagravios sempiternos, a la especificidad de los catalanes y a la necesidad de replantear la organización territorial de España. Se ha sacado la cuestión catalana de la nevera de la agenda política para ponerla en el microondas. ¿Y a qué se deben las prisas? Enrique Gil Calvo, en su excelente libro El miedo es el mensaje, planteaba la diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada, siendo esta última una estrategia política y mediática de influir y alterar la primera para conseguir un fin concreto. Obviamente, esta preparación exprés tiene que ver con los tiempos que fija el cronograma electoral, pero debemos leer entre líneas y comprender que la premura en los tiempos y la intensidad con que la cuestión soberanista catalana ha vuelto a monopolizar en el espacio mediático y político responden a un interés electoral, concretamente al del bloque conformado por Mas y Junqueras. 

Manifestación a favor de la independencia de Cataluña. Fuente. http://www.anticapitalistes.nets

La concentración de las fuerzas soberanistas en una lista única y la intensificación del conflicto identitario responden a la estrategia de un sector del espectro político catalán, y resulta preocupante observar cómo este sector de la política catalana monopoliza con éxito la agenda política de Cataluña cada vez que le interesa. Eso dice mucho tanto de la instrumentalización política de la identidad catalana por parte de las fuerzas independentistas para sus propios fines, como de la desidia de las demás fuerzas a la hora de establecer un debate centrado en las cuestiones que realmente preocupan a los catalanes. Cierto es que el encaje de Cataluña en España y el de España en Cataluña es una asignatura pendiente y de obligada resolución, pero no es la única cuestión de una sociedad altamente heterogénea y compleja. Esta reconfiguración artificial de la agenda política, además, es un arma de doble filo: por un lado creará tendencia con respecto a las fuerzas alineadas con la cuestión –es decir, el independentismo— y por otro puede reflejar un distanciamiento de los partidos políticos con la ciudadanía, cuyo 44,9% ya se muestra insatisfecha con la política.

Siendo la catalana una sociedad plural y variada resulta difícil aventurar un resultado concreto –ya conocemos el carácter permanentemente cambiante de la política—, pero sí podemos adelantar varias certezas para el 28 de septiembre. La primera es que el soberanismo independentista catalán va a seguir adelante, ya sea con su agenda independentista si vence o con un nuevo órdago sociopolítico si pierde. La segunda certeza es que el problema no va a estar más cerca de solucionarse, puesto que la resolubilidad de un conflicto depende de la voluntad de las partes a llegar a un acuerdo y, si bien ya hay un reflejo de un independentismo consensuado en UDC, la corriente mayoritaria del independentismo –liderada por Juntos por el Sí— no tiene ninguna voluntad de consenso optando por el unilateralismo, el –para ser justos— se ve complementado por la estrategia política del gobierno de Mariano Rajoy que se resume en el inmovilismo absoluto. Y por si este doble enroque no fuera suficiente, el electorado catalán –heterogéneo y diverso— no va a acudir a las urnas en función de una sola cuestión por más que un sector ideológico así lo plantee; ejercerá su voto teniendo en cuenta sus diferentes inquietudes –social, económica, ideológica, identitaria, etc. —, y el resultado de éste, por tanto, será susceptible de una interpretación abierta. Es decir, nadie se dará por aludido si pierden y todos se arrogarán en mayor o menor medida un éxito en su causa para con Cataluña.

Será entonces cuando comience el infinitesimal asalto del sempiterno combate por la opinión pública a través de la opinión publicada, un combate que cada vez aburre más a los españoles y, especialmente, a los catalanes. Hasta entonces, y a base de bombardearnos a todos mañana, tarde y noche, tendremos que aceptar que la cuestión catalana se ha convertido en eso cansino, inevitable y que siempre vuelve: la canción del verano.

@AlvaroMBarea

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