El regreso del «otro» inmigrante amenazador

MUNDO: Los discursos de peligro[1] de Occidente han ido, invariablemente, demarcando las amenazas de seguridad por medio de «un otro» amenazador.  En la estela de los atentados terroristas de París, es la figura del inmigrante, y más concretamente la del inmigrante musulmán, la que se ha construido nuevamente como la amenaza intolerable; la que, por tanto, debe ser controlada, detenida o incluso erradicada.   

Matthew Robson

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Este dibujo de Stanley “Mac” McMurty que fue publicado en ‘The Daily Mail’ el día 17 de noviembre de 2015, muestra una multitud de inmigrantes cruzando la frontera de Europa.  Varios de ellos parecen ser musulmanes y uno lleva arma.  Los inmigrantes van acompañados de una plaga de ratas.

Desde que se produjeron los atentados terroristas en París, una gran parte del debate subsiguiente se ha centrado en la inmigración y, además, las posibles amenazas terroristas que pueden surgir como resultado de ella.  El dibujo de The Daily Mail que se ve encima de este texto sirve como punto de enfoque de este artículo.  Es un ejemplo preciso de cómo algunas fuentes intentan cultivar el miedo al inmigrante, o más concretamente, al inmigrante musulmán, y también, en términos más generales, de los discursos de peligro occidentales en sí.  Dentro de estos discursos abundan las explicaciones simplistas de realidades complejas. El otro se constituye como una amenaza obvia e inequívoca, anulando otras posibles formas de representarlo.  Este tipo de dibujo de The Daily Mail no sorprenderá a los que están familiarizados con el periódico —a pesar de los paralelos que se pueden establecer con la propaganda nazi vista durante el III Reich (véase abajo)—. No obstante, el hecho de que este ejemplo forma parte de un discurso de peligro más amplio es desconcertante. No sólo sirve para evadir una responsabilidad ética por los inmigrantes tales como los refugiados de los espacios devastados por la guerra, sino que tal discurso es pernicioso que obstaculiza una comprensión más profunda de las dinámicas políticas en juego en el terrorismo internacional.

Lo primero que cabe señalar del dibujo es que cuenta con una dicotomía espacial que delimita un «dentro» y un «fuera».  Se dibuja una línea trazando la frontera europea, la que funciona también para partir el dibujo entre la izquierda —lo que queda «dentro» de Europa— y la derecha —lo que queda «fuera»—.[2] Tal como se ha visto en varias poses de la cultura occidental popular, la amenaza proviene de «fuera», dirigida hacia «dentro» lo que representa en un estado de vulnerabilidad.  Este dibujo, no obstante, parece divergir de otras representaciones en la medida en que no hay nada en absoluto en el espacio que comprende el «dentro». Lo único que separa el «dentro» del «fuera» es una señal de frontera que se destaca por su  insignificancia, lo que se encuentra empequeñecido ante las imponentes presencias de los inmigrantes pasándola.  En este sentido, el dibujo es digno de atención no solo por su composición, sino por lo que está ausente. No hay guardias de frontera diligentes, ni controles de seguridad, ni controles de cualquier tipo.  De hecho lo único que queda en el camino entre los inmigrantes y el «dentro», el puesto fronterizo, anuncia satíricamente «WELCOME TO EUROPE…OPEN BORDERS». La sensación generada por esto es tanto de complacencia como de quedar desprotegido, colocando el «yo» europeo a la merced de las masas que ingresan.

La gran mayoría de los inmigrantes que se ven en el dibujo son presentados como siluetas oscuras. Esto significa que los rasgos faciales y la ropa no se pueden entender en detalle por los espectadores.  Así pues, los inmigrantes se conciben figuras oscuras y furtivas, quienes pasan sin ser detectadas por los que observan la escena. Pero por otro lado, al observador le da ciertas pistas de que los inmigrantes son, es su mayoría, musulmanes. Una mujer va vestida de niqab y varios de los hombres llevan barbas distintas, unas barbillas largas, y las narices alargadas, todos ellos detalles que se han usado en las caricaturas de los musulmanes.  Algunos de los hombres también llevan prendas largas identificadas como el ropaje típico de determinados países musulmanes.  Llama inmediatamente la atención, al ojo del observador, que al centro del dibujo se encuentra un hombre cargando sobre sus espaldas un arma. Los inmigrantes no son sólo sigilosos, sino que son peligrosos también. El sentido de peligro que se suscita es de una amenaza perniciosamente insidiosa, generada mediante un doble juego: por un lado el observador sabe que las figuras son musulmanes y que son peligrosas; pero, por otro lado, no sabe cuáles serían de los que viven en las sociedades occidentales.

El gran grupo de personas fluyendo por las «fronteras abiertas» de la U.E. es acompañado de una multitud de ratas. El significado de las ratas en el dibujo deriva del hecho de que van en la misma dirección de los inmigrantes; es decir, de la derecha hacia la izquierda, o de «fuera» de la U.E. hacia dentro.  Esto da a entender que las ratas son como los inmigrantes y los inmigrantes son como las ratas. Así pues la relación es la de similitud. Y de ahí se hace posible hacer una segunda deducción, los inmigrantes son infrahumanos. La cantidad de ratas ilustrada da la impresión de invasión; las ratas –junto con los inmigrantes— están invadiendo «nuestro» espacio. En la cultura occidental las ratas son frecuentemente representadas como animales aborrecibles, alimañas indeseadas, asquerosas, parásitas, y/o propensas a propagar enfermedades. Se puede inferir que es necesario hacer algo para pararlas y, por deducción, a los inmigrantes también. Cabe destacar que algunos han llegado a comparar este dibujo con uno difundido por los nazis como parte de su propaganda —en la ilustración situada debajo de este párrafo—. En este caso, en vez de los musulmanes, eran los judíos quienes se identificaban como el otro amenazador.

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Mientras que en el dibujo nazi se establece una relación simbiótica entre los judíos y las ratas, construyéndolos como una y las misma cosa, el dibujo de ‘The Daily Mail’ posiciona a los inmigrantes musulmanes al lado de las ratas. El hecho de que se encuentran adyacente uno al otro y van de la misma dirección sugiere una relación de proximidad y congruencia.

Si no fuera por el hecho de que este dibujo forma parte de un discurso más amplio de miedo sobre la inmigración, la representación de The Daily Mail tendría poca importancia. Por toda Europa, sin embargo, los políticos de derecha forman fila para hablar del terrorismo y la inmigración como fenómenos conectados. Ello es tan deprimente como predecible. Un inmigrante cualquiera, como cualquier sujeto, se constituye de tal modo para ser compuesto de una miríada de identidades, significando así que sería posible representarlos de varias maneras. Por representarlos como musulmanes y amenazadores se evitan todos estos modos y se dejan obsoletos. Se cargan de una identidad ontológica fija, una que, al parecer, es recalcitrante al cambio, y una que pasa por alto sus historias particulares y sus posibilidades múltiples de «llegar a ser». De esta forma el discurso de peligro anula, al mismo tiempo, cualquier ética occidental de responsabilidad por poner en duda la seguridad del estado occidental en sí, lo cual supuestamente debe tener precedencia por encima de todo.

Sin embargo, lo más perjudicial de todo es que las representaciones tan superficiales y obtusas eluden el análisis más comprehensivo de las dinámicas políticas las que han ido formando tanto la crisis de refugiados como la amenaza terrorista elevada. Por asociar simplemente la inmigración y el yihadismo, es como si por frenar el primero uno puede resolver, de alguna manera, el problema del segundo.  Esto sería seguramente una proposición bastante ingenua.

Tal análisis de las dinámicas del terrorismo internacional despertaría necesariamente un doloroso ejercicio de autorreflexión. Incluso, una pizca de conocimiento sobre geopolítica global lanzaría necesariamente una crítica de las acciones de los países involucrados en la zona del Oriente Próximo, entre los que se encuentran muchos países occidentales. Entre otras cosas se puede referir al derrumbamiento de los gobiernos de Irak y Libia, el intento de derrocamiento del gobierno de Siria y la desestabilización de la región en sí. De hecho, uno de los principales arquitectos de la guerra de Irak, Tony Blair, ha reconocido recientemente tal cosa: «Por supuesto que no se puede decir que quienes quitaron a Saddam en 2003 no tengan responsabilidad alguna por la situación en 2015» (Citado en The Guardian, el 25 de octubre de 2015). Es más, al ser preguntado si la guerra de Irak en concreto ha sido la causa principal del surgimiento del autodenominado Estado Islámico —los que han asumido la responsabilidad de los atentados en París—,  Blair ha señalado:  «Yo creo que hay algo de verdad en ello».  Teniendo en cuenta esta sola admisión, simple pero cándida, sería seguramente indefendible moralmente dar la espalda a los refugiados que están huyendo del reino de terror del Estado Islámico.

MÁS INFORMACIÓN: 

Barthes, R (2000) Mythologies.

Karagulova, A and Megoran, N. (2010) Discourses of danger and the ‘war on terror’: gothic Kyrgyztan and the collapse of the Akaev regime.

Shapiro, M (2008) Cinematic Geopolitics.

 

[1] Según Karagulova y Megoran (2010) los estudios de los «discourses of danger» pueden evitar las preguntas relacionadas con la protección del Estado, los que vienen predeterminadas dentro de la paradigma realista, a favor de investigar cómo tales discursos operan, a favor de quien funcionan, y qué consecuencias implican.  Es en consonancia con estos autores que yo también me aproximo a los discursos de peligro occidentes.

[2]  Se detecta  un toque de ironía en el uso de la seña de identidad europea ante el hacho de que The Daily Mail, además de asumir posturas anti-inmigratorias, se muestra ser abiertamente anti-europeo.  Sin embargo, puesto que se producen los atentados en Francia, esta transgresión es necesaria.

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