DEMOCRACIA: Mucho se ha especulado en las últimas semanas con uno de los grandes enigmas de las generales del 26J: ¿qué sucedió con el millón doscientos mil votos que le faltan a Unidos Podemos? Es la primera interrogante que surge cuando se comparan los resultados de diciembre con los del 26J. Y aunque la disminución de votos hacia la coalición de izquierdas se intente explicar por el Brexit, la campaña del miedo o una inadecuada adaptación de Podemos a las instituciones, las razones hay que buscarlas en otros aspectos, algunos más estructurales y otros más procedimentales.
Un amigo asturiano me comentó, días antes de las elecciones, que ya había votado por correo. Él vota a Izquierda Unida pero esta vez optó por el PSOE. ¿Por qué?, le pregunté. La respuesta fue simple y concisa, no le gusta Pablo Iglesias. Punto y final. Poco le importó estar absolutamente de acuerdo con el programa político. Algo similar sucedió con otros tantos votantes de IU en Madrid, según me relató otra amiga cuyo círculo más cercano vota a esa formación política. Con otro tono un conocido escribió, en esos interminables hilos de correos de las nuevas comunidades virtuales, que unas señoras mayores que habían votado a Podemos en diciembre, esta vez no concurrieron a votar por cansancio, y que un amigo de él, que había hecho lo mismo, prefirió pasar todo el día en la piscina. En otras palabras, simple desidia.
Aunque no son más que situaciones puntuales, estas respuestas son parte de un fenómeno multicausal. Por lo mismo hay que tener en cuenta que no se pueden extrapolar estas experiencias individuales con el fin de explicar el comportamiento de todos aquellos que por una u otra razón decidieron no votar a Unidos Podemos, a pesar de que ambas formaciones políticas –por separado– habían sido su elección hace apenas unos meses. Pero, ¿cuáles pueden ser las respuestas a este interrogante? A continuación se desarrollan tres hipótesis que intentan explicar lo que sucedió para que más de un millón de potenciales votos de estos partidos se fueran a la abstención.
Adaptación a la lógica de la representación institucional y a la democracia de audiencia
En algunos medios cercanos a posiciones de la izquierda crítica se dejaba caer que las razones que explican la pérdida de electores a Unidos Podemos hay que buscarlas en su renuncia al estilo y fondo que marcaba la ola de cambio político en España; a una traición consciente al marco de referencia original: el 15M. Esto significa que Podemos acabó yendo por detrás de los acontecimientos que le dieron vida. El nuevo partido, al renunciar a la construcción de un proyecto común, privilegió el juego electoral y la búsqueda de representación antes que solidificar los contenidos y los objetivos de una promesa de cambio que fuese capaz de superar los rituales propios del «régimen del 78». Como esgrimió Monedero, se abandonó la organización horizontal de los círculos a cambio de dedicar mayor tiempo a la «democracia televisiva». De esta manera, Podemos se aventuró a seguir el camino que había marcado la estela del bipartidismo en los noventa, cuando inició su desenfadado y festivo recorrido hacia el «centrismo liberal».
Por otra parte, la búsqueda ansiosa del término simplificador y pegajoso, ese que pudiera ser repetido por la audiencia, como casta, remontada y sonrisa, o la preferencia por ideas efectistas –no efectivas– como «el catálogo de Ikea», pudieron haber ocasionado desilusión en una parte del electorado más rupturista. Esta es una explicación que se vincula al modo político que adoptó Podemos para entender la interacción entre ciudadanía y el instrumento político llamado partido. Además de buscar las suturas discursivas para «crear pueblo», se asumió sin complejos, pero también sin crítica ni reservas, la democracia de audiencia. De esta forma, la comunicación con los electores ya no sucedía en las plazas, tampoco en la organización social. La televisión redujo el valor de la acción callejera al mitin. El mensaje debía ser claro, breve y telegénico. Ya no hubo más herramienta para la acción política que el mensaje enviado desde un plató televisivo. Un lugar desde el cual todo candidato puede «instalarse» en el salón de casa de millones de personas. Este es un primer motivo que puede explicar la desmovilización de una parte importante del electorado de izquierdas.
La carencia de una campaña electoral diferenciadora
El diseño de la campaña pudo influir, pero no directamente. Una campaña basada en el «caer bien», obviando los puntos diferenciadores con el PSOE y evitando el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los partidos tradicionales, es probable que haya conseguido alejar al votante clásico de Izquierda Unida, que es más ideológico y no dispuesto a acercarse a los socialistas. No colocar en el debate político de la campaña los cuatro años del pésimo gobierno de Rajoy –sólo fueron parte del texto argumental en un par de vídeos– u olvidarse de que el gobierno de España sigue estado en las manos de un partido declaradamente corrupto, fue alarmante. A todo ello se agrega que, a diferencia del debate a cuatro realizado antes de la generales de 2015, el debate del 13 de junio expelió un aroma a naftalina que lo hizo absolutamente irrelevante para la definición del voto de muchos ciudadanos indecisos. En este punto, Unidos Podemos, se equivocó. En la misma línea de la democracia televisiva, ese era uno de los mejores momentos para consolidar un sorpasso, para conseguir la caza mayor, pero no se le dio ninguna importancia y se prefirió, quizás para asegurar la presencia del candidato Rajoy, un formato que le viniera mucho mejor al presidente del gobierno en funciones. Así, el debate se realizó en una cadena televisa más que proclive al PP, con periodistas que no destacan por ser inquisitivos en sus preguntas y con un estilo rígido que impedía la confrontación directa.
El declive de electores de IU en provincias con más de un millón de habitantes
Por último, salvando la lógica del trasvase de votos desde Podemos a PSOE en provincias conservadoras –León y Córdoba son algunos ejemplos–, la pérdida de votantes en provincias como Madrid, Cádiz, Asturias, Zaragoza o Sevilla parece tener una explicación relativamente clara, la desmovilización de los votantes de Izquierda Unida. Por ejemplo, en Madrid, IU obtuvo el 5,26% en las elecciones generales del 20D mientras que el 26J Unidos Podemos redujo su votación en 4,9 puntos. Esta caída en porcentaje de votos es extrañamente similar a la votación total de IU en la Capital. Otro ejemplo es Asturias. Allí IU obtuvo el 8,45% de los votos en 2015, mientras que Unidos Podemos perdió 6 puntos en junio. En estas dos provincias, a la que se puede añadir Valencia, las relaciones entre las distintas formaciones que componían el pacto de izquierdas fueron públicamente tensas. En Asturias, Llamazares se opuso a apoyar a la candidatura conjunta hasta el cierre de campaña. En Valencia, IU exigió que se le diera un mejor trato en la lista provincial amenazando con abandonar la candidatura. En Madrid molestó mucho la posición que se le asignó a Alberto Garzón en la lista que encabezaba el Secretario General de Podemos.
En el cuadro que se presenta a continuación se puede observar la relación de votos que pierde Unidos Podemos en varias provincias, y que, curiosamente, se acerca al porcentaje de votos obtenidos por Izquierda Unida el 20D.
Porcentaje de votos perdidos por UP el 26J en relación al 20D
Provincia | Votos obtenidos por IU en 2015 | Votos perdidos por Unidos Podemos en 2016 |
Madrid | 5,26% | 4,90% |
Valencia | 4,17% | 4,10% |
Asturias | 8,45% | 6% |
Sevilla | 5,69% | 4% |
Málaga | 6,80% | 5,10% |
Cádiz | 6,01% | 5% |
Fuente: elaboración propia con los datos obtenidos del Ministerio del Interior
Sin embargo, sería una exageración concluir que este hecho explica por sí solo la disminución de votantes de UP. En muchas otras provincias el porcentaje de votos perdidos superaba el obtenido por IU en 2015, por lo que es Podemos quien pierde votos allí. Algunos de esos casos son Cantabria, León y Cáceres.
En síntesis, al igual que en un accidente por negligencia, los factores que incidieron en la abstención de más de un millón de votantes de Unidos Podemos son múltiples. De este modo, hay una cadena de factores, afectada por varios responsables que no pudieron ver que cada error asilado conducía a un mal resultado, que tiene la siguiente secuencia diacrónica. 1) Se priorizó totalmente la lógica de la democracia de audiencia y se abandonó la mecánica política del 15M. 2) La dirección de Podemos dio bandazos de un lado a otro en el proceso de negociaciones de la anterior legislatura. 3) A diferencia de la campaña del 20D, para la del 26J se pensó que la aritmética (la suma de Podemos y sus confluencias e Izquierda Unida) y una campaña edulcorada bastarían para acercarse en votos al PP. 4) No se tomó en cuenta la negativa imagen que proyecta Pablo Iglesias como posible Presidente de Gobierno. 5) En televisión no se hizo hincapié en el programa de gobierno que proponía la nueva coalición de izquierdas. 6) Se aceptó sin objeción pública un formato de debate «a cuatro» al más puro estilo de la tradición bipartidista, es decir, no hubo debate. 7) No se introdujo ningún elemento motivante para los votantes de la izquierda más tradicional e IU no consiguió movilizar a su electorado, especialmente en las grandes ciudades. Los factores 1, 3, 5 y 7 terminaron desmovilizando al electorado de izquierdas con una visión más crítica de la actual situación de España y que esperaba un mayor grado de ruptura con el «orden establecido». Gran parte de estos votantes se habían inclinado por IU en la anterior elección. Por su parte, los factores 2, 4 y 6 influyeron otro tanto en los electores más volubles y desmotivados de la centro izquierda que habían votado a Podemos el 20 de diciembre de 2015 con la ilusión de retomar el camino del bienestar social.
Si observamos todos estos factores como un conjunto de hechos, nos podríamos acercar a una explicación de lo que pudo haber sucedido con más de un millón de electores de UP, que decidieron sumarse a la abstención.
Hola, soy de Córdoba, y me ha llamado que se considere a Córdoba una ciudad de voto conservador. Es cierto que ganó el PP, pero tampoco es menos cierto que la circunscripción pasó de 7 a 6 escaños, por lo que el trozo del pastel a repartir fue menor.