En el siguiente trabajo se plantea estudiar la posibilidad de que exista una unidad política en torno al sector de la minería. Para ello se acude a diversos autores que han tratado el concepto de unidad política, describe la influencia que tiene la forma cómo se entiende la política para la construcción de dicha unidad y se expone la viabilidad de la existencia de una unidad política en torno a un sector industrial que rompe las fronteras nacionales.
Miguel Jorge Sousa / @migueljorgeso
Introducción
La imagen de la minería, y, más en concreto, la del minero, se suele presentar rodeada de una serie de convencionalismos comunes como lo son la solidaridad, la movilización, la resistencia, etc. Esta visión preconstruida que se tiene de este sector ha sido ampliamente trabajada tanto académicamente, intentando dar respuesta al concepto “ser minero” Rodriguez Leuro (2015: 5), como culturalmente en la literatura, el cine y la música.
Si bien este ideario minero ha ido perdiendo fuerza a causa del cierre de la minería, aún se puede ver algunos de sus síntomas en las cuencas mineras. Si se acude a los medios de comunicación locales de estas zonas, es común leer o escuchar noticias sobre accidentes mineros sucedido en otras partes del mundo. Estas informaciones levantan entre los habitantes de las cuencas, un fuerte sentimiento de apoyo y tristeza hacia esas familias, a pesar de estar a miles de kilómetros, y de no tener actualmente ninguna vinculación laboral con el sector.
Las causas del fenómeno siguen sin quedar claras, ya que no se ha extrapolado y se ha hablado de una unidad política minera mundial. A pesar de que el estudio del impacto del sector en las cuencas es algo que se ha abordado en múltiples ocasiones.
El concepto de unidad política es entendido por algunos autores como la entidad básica de la política. Por ejemplo, Karl Marx y Friedrich Engles (2019: 60-61) defendía que la unidad política viene dada por la clase; mientras que Carl Schmitt (1991: 59) afirmaba que esta se producía en torno a un Estado-Nación. Ahora bien, estas unidades políticas no tienen por qué producirse únicamente en torno a macroestructuras como la clase o el Estado, sino que también pueden darse a un nivel micro, ya que la condición indispensable para la construcción de una unidad política, según Chantal Mouffe (2000: 60), es la existencia de una frontera entre “nosotros” y “ellos”.
Por tanto, esta aparente conexión entre los mineros mundiales hace plantease si lo que existe entre ellos es una unidad política o simplemente un mayor sentimiento de empatía.
La consecución de la unidad política ¿Qué es y cómo se logra?
Lo que se entiende por unidad política puede tener diversas variaciones, ya que es un concepto que depende de lo que se considere como política. Es decir, la definición sobre qué es la política, determinará lo que se entienda por unidad política.

Dar una definición única sobre qué es la política no es posible ya que existe una dualidad sobre el concepto. Una primera corriente reside en la concepción de la política como administración, la cual, como resalta Román Masedo (1997: 117), surgió con la revolución francesa, y se asentó con los planteamientos de Weber y Wilson (Masedo 1997: 119). Desde esta perspectiva se considera que la política es aquello que ejerce exclusivamente un rol como director o administrador de las leyes, por tanto, la política no es algo creativo (Franzé 2015: 144). Couloumbis y Wolfe (1996: 57) desde esta misma perspectiva, consideraban que la unidad política residía en el Estado porque es quien proporciona la base institucional.
Si se considera a la política como administración, no tiene sentido abrir el debate sobre la unidad política ya que no habría la posibilidad de que esta tuviera cabida más allá del Estado. Asimismo, si se entiende que la política ejerce un rol director, no se podría dar unidades políticas a nivel micro, ya que dentro de un Estado no se crearían otras unidades administrativas o colectivos más allá de las instituciones estatales. Schmitt (1991:98) y Mouffe (2000: 60) consideran que esta concepción, típica del liberalismo, supone una despolitización de la sociedad ya que intenta erradicar la esencia de la política, que es la diferencia (1991: 56) (2000: 37).
Estas limitaciones de la política como administración hacen que sea necesario plantear la política “como creación radical de la comunidad” (Franzé 2015: 143). En esta concepción la política va más allá del Estado, rescatando de Mouffe y Schmitt, la diferencia o el pluralismo como su condición de ser. Por tanto, la política se entiende como la interacción o lucha que se da entre los ciudadanos para construir los principios que configuran la comunidad, que posteriormente son administrados por las instituciones estatales.
Desde esta concepción de la política sí tiene sentido entrar a debatir sobre la unidad política, ya que al ir la política más allá del Estado pueden darse unidades políticas fuera de este Estado. El hecho de que la única condición necesaria para la constitución de esta unidad política sea la existencia de un “nosotros” y un “ellos”, es decir, que haya diferencias (Schmitt, 1991) (Mouffe, 2000). Dándose paso a planteamientos como los de Marx y Engles (2019), los cuales consideran que las unidades políticas se constituían en torno a la clase, o los de Rosenblum (2008), que plantea la existencia de múltiples unidades políticas y de cómo estas no solo se constituían en torno a los partidos políticos, sino también a través de los movimientos sociales, las asociaciones, etc.
A pesar de que los planteamientos de Schmitt (1991) son lo que hace posible el destronamiento de la unidad política del Estado, el autor plantea que las únicas unidades políticas deseables deben ser el Estado-Nación (1991: 59), ya que de lo contrario se darían guerras civiles dentro de los Estados por el carácter conflictivo de la política al ser la diferencia su condición básica. El propio autor reconoce que “cuando pierde su fuerza la concepción de la unidad política del «Estado», los partidos políticos internos con sus rivalidades adquieren una intensidad mayor” (Schmitt, 1991: 62).
Siguiendo con estos planteamientos Chantal Mouffe (2000) argumenta que, si se quiere instaurar un modelo democrático radical, es necesario reconocer el pluralismo propio de la sociedad, y, por tanto, la posibilidad de la constitución de otras unidades políticas dentro del Estado. Dicho de otro modo, la autora considera que la diferencia es la condición propia de la democracia pluralistas (2000: 37).
Partiendo de lo descrito anteriormente, y entendiendo a la política como algo que va más allá del Estado, se puede definir la unidad política como un conjunto de ciudadanos con valores, sentimientos, interés, etc., comunes, que buscan luchar por el sentido y por hacer prevalecer sus valores, es decir, lograr la hegemónicos. De esa forma, es posible llegar a conformar como unidad política todo aquel grupo de ciudadanos con una serie de valores comunes que se identifiquen con un “nosotros” frente a un “ellos”.
¿Se ha logrado unidad política entre los territorios mineros?
Si Marx y Engles (2019) consideraban la constitución de la unidad política debía darse en función de la clase, ¿por qué no podría darse a través del sector industrial al que se pertenece? Aunque que sea posible como se ha visto a nivel teórico no quiere decir que se haya dado ya que por diversas circunstancias puede que esto no se haya logrado.
Para conocer si existe una unidad política minera, es necesario analizar si existen las dos condiciones que anteriormente se expusieron como indispensable para la constitución de la unidad política. Estas condiciones son: la existencia de una identidad minera común y la existencia de diferencia, es decir que se acabe construyendo un “nosotros frente a un “ellos”. Si se dan estas dos condiciones posiblemente se pueda afirmar que si existe una unidad política en torno a la minería.
La identidad minera
La existencia de una identidad minera es algo que ha servido de objeto de estudio en diversas investigaciones (Herrero Nogueira, 2004) (López Meza, 2010) (Palenzuela, 2014) (Rodríguez Leuro, 2015) (Prieto Pando, 2017) (Sanz Hernández y López Rodríguez, 2017) (Muñoz Rebolledo, 2017), concluyendo todos estos autores que la existencia de ella es una realidad.

Herrero Nogueira (2004: 222) planteaba que el tipo de trabajo que suponía la mínima fue, y es, un condicionante muy importante para la construcción de una cultura propia de la gente del hábitat. Siendo “la mina una generadora de conceptos, de sentidos de la vida social, de respuestas y de concepciones del mundo” (2004:222). Siguiendo con esto, Prieto Pando (2017: 402) señalaba que el minero había logrado una conciencia colectiva gracias a su condición, siendo “modelos culturales que han conformado una identidad y que, aunque están basadas en cuestiones simbólico-ideológicas: creencias, tópicos y estereotipos, tienen una base objetiva y de realidades que definen y singularizan como colectivo específico.” (2017:412).
Rodríguez Leuro (2015: 5) también señala que las condiciones propias de la mina es lo que hace que se construya la figura del “ser minero” o identidad minera. Para Prieto Pando (2017: 419-420) “la identidad de los mineros se ve influenciada por los vaivenes del oficio, aparece al formarse el colectivo, y al instituirse la actividad como mayoritaria en la zona, se adoptan un conjunto de creencias, valores, actitudes y prácticas, propias de los mineros, que con el transcurrir del tiempo se han ido conformando en referentes de identidad, que han ido variando los esquemas existentes, podría hablarse de la consolidación de la “identidad colectiva minera”, ese “ser minero” que les identifica y opera más allá del desarrollo de la actividad laboral, en todas la relaciones socioculturales de las cuencas mineras.”
Por tanto, se puede afirmar que la identidad minera no solo es algo que exista si no que tiene una gran fuerza en la sociocultural en las zonas que se da, siendo algo que logra perdurar en el tiempo a pesar de que las actividades mineras cesen.
La existencia de un “nosotros” y un “ellos”
La segunda condición indispensable de la unidad política es la existencia de una diferencia. En el caso de la minería esto es algo se puede observar rápidamente ya que la diferencia es algo propio de su identidad.
La diferencia como algo propio del “ser minero” se debe a que la existencia de un “nosotros” y “ellos” es algo palpable casi desde sus orígenes (Herrero Nogueira, 2004). Si bien ese “ellos” ha ido mutando con el tiempo, en los inicios el “ellos” residía principalmente en el patrón, el cual ofrecía condiciones laborales muy malas (Martínez Celada, 2002). Tras la entrada en la Comunidad Europea y la obligatoriedad de la legislación europea el “ellos” de los mineros españoles se tornó hacia las instituciones europeas lo que causo huelgas y marchas multitudinarias en Madrid a inicios de la década de 1990 (Herrero Nogueira, 2004: 306).
Posteriormente, tras anunciarse el cierre total de la minería española para reducir las emisiones de CO2, los ciudadanos de las cuencas mineras se movilizaron de forma masiva, no exigiendo mejores condiciones para ellos tras el cese de la actividad, si no pidiendo que se asegurará la sostenibilidad y el desarrollo de las zonas que no tenían mayor sustento que el sector minero. Estas movilizaciones fueron muy llamativas ya que se llegaron a utilizar por parte de los mineros cócteles molotov y acudieron a ella multitud de mujeres, algo poco típico en las movilizaciones anteriores (Sanz Hernández & López Rodríguez, 2017).
Lo descrito anteriormente demuestra que en la minería existe una continua referencia a un “ellos” que se materializa en aquellos que atan al sector. En el caso español, al cerrarse el sector minero, ese “ellos”, en la actualidad ha desaparecido en su mayoría, sin embargo, sí sigue existiendo en otras partes del mundo donde la minería continua en explotación, especialmente en Latinoamérica (López Meza, 2010) (Rodriguez Leuro, 2015). Esto, unido al fuerte sentimiento de solidaridad que implica la identidad minera (Herrero Nogueira, 2004), hace que el “ellos” de Chile o Colombia siga existiendo para los mineros españoles.
Conclusión
La minería significa algo más que un oficio, ya que es capaz de generar una identidad común que trasciende a los Estados-Nación. En ese sentido, se puede afirmar que la existencia de una unidad política en torno a la minería es una realidad, ya que, como se ha ido describiendo, existe una identidad común minera es decir un “nosotros” frente a un “ellos”. La presencia de estas características hace que sea posible afirmar que la unidad política entre mineros es una realidad ya que cumplen las condiciones indispensables para ello.
En definitiva, el ideario común que se tiene en torno a la minería, del que se habló al inicio del trabajo, es una realidad. Es posible que, debido al cierre del sector en España y al transcurrir de las generaciones, ese “ser minero” se pierda. En ese caso, se pondría fin a la unidad política que se observa en las antiguas cuencas mineras para dar paso a un mayor pluralismo político.
Bibliografía.
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Herrero Nogueira, J. (2004). Modo de producción, realidad social e identidad en la minería de Laciana. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
Laclau, E. (1993). Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión.
López Meza, M. (2010). Identidad minera y desarrollo sustentable, el caso de la cuenca del carbón en Chile. Revista Sustentabilidades. Obtenido de http://www.sustentabilidades.usach.cl/sites/sustentable/files/paginas/05-04.pdf
Martínez Celada, J. L. (2002). El obrerismo organizado en las cuencas mineras de León (1918-1923). Estudios humanísticos, 355.371.
Marx, K., & Engles, F. (2019). Manifiesto Comunista. Madrid: Alianza. Mouffe, C. (2000). La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa.
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Prieto Pando, J. (2017). Identidad y conciencia en un cambio de forma de vida. del trabajo en las minas a la jubilación en Torrevieja. Murcia: Universidad de Murcia.
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Román Masedo, L. (1997). Política y Administración. Algunas Notas sobre el origen y la evolución del debate teórico. Revista de Estudios Politicos, 115-135.
Rosenblum, N. (2008). On the side of the Angels. An Appreciation of parities and partisanship. Princeton: Princeton University Press.
Sanz Hernández, A., & López Rodríguez, M. E. (2017). Mujer del carbón. Protestas y emociones en la reestructuración minera española. aposta, 84-110.
Schmitt, C. (1991). El concepto de lo político. Madrid: Alianza.
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