Este artículo se propone presentar una reflexión sobre la misión de la Ciencia Política en la actualidad desde el humanismo crítico de Rosi Braidotti y las cuestiones fundamentales de la condición humana de Hannah Arendt.
Maria Alejandra Echeverry Martínez / @FloresconWhisky
Las actuales condiciones del mundo traen consigo importantes retos y reflexiones en múltiples dimensiones, una de ellas, es el ámbito académico y más específicamente el campo de la Ciencia Política. Bajo la perspectiva del posthumanismo crítico de Rosi Braidotti, y las cuestiones fundamentales de la condición humana de Hannah Arendt, resulta pertinente cuestionar hoy si la Ciencia Política está a la altura de los tiempos posthumanos y en ese sentido cuál debe ser su rol frente los desafíos del contexto actual.
Lejos de dar una respuesta concreta sobre el planteamiento central del presente escrito, se propone brindar algunos elementos que sirvan para incentivar la reflexión. Para ello se hará una breve contextualización sobre la condición humana y el posthumanismo crítico de las autoras mencionadas. Posteriormente se abordará la misión de la universidad y el objeto de estudio de la ciencia política, para ponerlo en diálogo con el contexto actual bajo las miradas conceptuales planteadas.
El concepto de vita activa de Hannah Arendt (2003) hace referencia a tres elementos que condicionan la vida de los seres humanos: 1) la labor, que es la vida misma y condiciona la vida, 2) el trabajo que es lo que hacen los hombres con sus manos y condiciona la mundanidad y 3) la acción, es decir lo que se hace sin la mediación de la materia, lo cual condiciona la pluralidad. Estos aspectos según la autora están relacionados con la política, sin embargo, el tercer elemento relacionado a la pluralidad es el fundamental de toda vida política.
La condición posthumana para Braidotti (2020: 8) es “la convergencia del posthumanismo, por un lado, y del postantropocentrismo, por el otro, dentro de una economía de capitalismo avanzado”. La convergencia del posthumanismo hace referencia a la crítica del hombre como medida de todo, y, el postantropocentrismo, critica la posición jerárquica superior del hombre respecto de las demás especies. En este sentido, la condición posthumana, contempla a humanos y no-humanos compartiendo un lugar en el planeta.
Dicho lo anterior, “El ser humano tiene que evaluarse como materialmente integrado y encarnado, diferenciado, afectivo y relacional” (Braidotti, 2020: 18-19). Es decir, que estamos materialmente integrados y encarnados, dejamos de lado la diferencia de la lógica oposicional y somos una alternativa a la autonomía individualista.

Bajo el actual contexto, mediado por el capitalismo, la teoría y las ciencias humanas se enfrentan también a lo que Braidotti denomina “el cansancio teórico”. Dicho de otro modo, la desvalorización de este campo del conocimiento, y, en consecuencia, de los hacedores de estos saberes. Por ello, antes de abordar el cuestionamiento que orienta el presente ensayo, considero pertinente poner en consideración el rol de la universidad en estos tiempos posthumanos, que es, en primera instancia, el escenario que cobija cualquier campo del conocimiento formal. La Misión de la Universidad es una reflexión fundamental de la vida académica, planteada por José Ortega y Gasset en 1930 bajo el contexto de la Reforma Universitaria del Decreto de Ley de 19 de mayo[1]. El autor plantea en dicha publicación del Diario El Sol que la enseñanza superior consiste en tres elementos fundamentales:
- Transmisión de la cultura.
- Enseñanza de las profesiones.
- Investigación científica y educación de nuevos hombres de ciencia.
La proposición central se basa en el primer elemento: la cultura. Es decir, el conjunto de “ideas claras y firmes sobre el universo, convicciones positivas sobre lo que son las cosas y el mundo” (Ortega y Gasset, 2015: 77). Un hombre culto es quien posee la idea física (no la ciencia física misma, sino la idea vital del mundo que ella ha creado), la idea histórica y biológica y el plan filosófico. La cultura es lo que da sentido a la vida (Ibídem).
Dicho planteamiento podría condensarse en este fragmento de su obra:
“[…] estos profesionales, aparte de su especial profesión sean capaces de vivir e influir vitalmente según la altura de los tiempos. Por eso es ineludible crear de nuevo en la universidad la enseñanza de la cultura o sistema de las ideas vivas que el tiempo posee. Esa es la tarea universitaria radical” (ibid.: 79).
La alusión a la enseñanza o transmisión de la cultura comprende una perspectiva transdisciplinar y al respecto el autor se refiere de manera crítica al ‘profesionalismo’ y el ‘especialismo’, puesto que: “al no ser debidamente compensados han roto en pedazos al hombre ingeniero. En el ingeniero está la ingeniería que es solo un trozo y una dimensión del hombre europeo; pero este, que es un integrum no se halla en su fragmento «ingeniero».” (ibíd.: 82).
[1] Dicha reforma universitaria “reorganizaba la Facultad de Filosofía y Letras, mermaba la libertad pedagógica y de cátedra, así como equiparaba, en cuanto al conocimiento oficial de estudios, los centros privados universitarios de El Escorial, regentado por los agustinos, y por los jesuitas del de Deusto” (Ortega y Gasset, 2015: 18).
Ahora bien, con respecto a la especialidad de las ciencias, en el caso de la Ciencia Política, no es fácil discernir su objeto de estudio y por lo tanto sus limitaciones con respecto a otros campos del conocimiento. La Ciencia Política, de acuerdo con su desarrollo histórico, se desenvuelve en el estudio y análisis del poder, el Estado y el sistema político (Harto de Vera, 2006). Sin embargo, todos estos elementos están atravesados por multiplicidad de fenómenos y aspectos que, necesariamente, contemplan otros campos del conocimiento incluso sobrepasando la frontera de las Ciencias Sociales. Esta reflexión no pretende poner en cuestión la institucionalización del campo disciplinar[2], sino su abordaje, y en general, el abordaje de las disciplinas especializadas dentro de cualquier campo del conocimiento.
Las condiciones posthumanas suponen la necesidad de crear nuevos conocimientos. Su construcción implica la creatividad para concebir nuevos abordajes y perspectivas dentro de las que debe considerarse la transdisciplinariedad como un elemento fundamental, porque si bien el ser humano ya no se entiende por el ser humano mismo, sino materialmente integrado en el posthumanismo; ni el Estado, ni el poder, ni los sistemas políticos se bastan a sí mismos para comprender y explicar el sentido del mundo político.
Braidotti nos dice: “seamos dignos de nuestros tiempos para poder actuar mejor sobre ellos, de manera tanto crítica como creativa” (p. 10), mientras José Ortega y Gasset nos invitó, hace más de noventa años, a que estemos a la altura de nuestros tiempos. Estudiar las humanidades es en sí un ejercicio oportuno para dicho propósito, pese a la imposición de un modelo económico en el que estos saberes van perdiendo “utilidad”[3]. Sin embargo, para que la Ciencia Política esté a la altura de nuestros tiempos debe procurar dar un salto de la vita negotiosa o actuosa de San Agustín, es decir, la vida contemplativa de lo bello, hacia el bios politikos de Aristóteles, la praxis de la vida dedicada a los asuntos públicos o políticos, y esto, no significa dejar de lado el primero, porque la reflexión y la contemplación es un elemento vital del pensamiento, significa entender que se debe trascender la contemplación. Estudiar y poner en práctica la Ciencia Política en un contexto donde las humanidades no son un saber predominante , adaptarla al contexto actual e integrarla a la cultura que planteaba Ortega y Gasset es el desafío de quienes estudiamos dicha ciencia.
[2] Con esto me refiero a la definición de Duque (2012: 12): “La institucionalización de una disciplina implica, en términos académicos, que esta ha delineado y definido su propio objeto de estudio que la diferencian de otras disciplinas de forma legítima, es decir, que no se trata de una nueva o alterna definición o etiqueta para un saber ya existente, y que cuenta con buenos argumentos respecto a que aborda un segmento de la realidad social de forma, si bien de forma parcial pueden haber dominios compartidos con otras disciplinas”.
[3] Entiéndase utilidad en el marco de la producción mercantil en el contexto capitalista.

Aún desde una visión posthumanista y postantropocentrista, volvemos siempre al ser humano, porque es desde ahí de donde emitimos el discurso, la palabra y asumimos la responsabilidad por esta cualidad única entre los animales y seres existentes sobre el planeta, Aristóteles (2018: 4) dice: “el hombre es entre los animales el único que tiene palabra […] La palabra está para hacer patente lo provechoso y lo nocivo, lo mismo que lo justo y lo injusto; y lo propio del hombre con respecto a los demás animales es que él solo tiene la percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto y de otras cualidades semejantes […]”.
De manera que, es a los seres humanos, a quienes nos corresponde como afirma también Arendt rescatar(nos) de nosotros mismos, del antropocentrismo y del humanismo. Esta visión no pretende en ninguna medida poner el hombre por encima de otras especies o como medida de todo, presupone la responsabilidad que trae consigo el poder de la palabra. Bien lo plantea Braidotti, el intelectual crítico es el ser humano que representa a los desposeídos, se entenderá pues que en el contexto posthumano ya no se refiere exclusivamente a la representación de otros humanos, sino de los no-humanos.
La Ciencia Política es una pequeña parte integradora del ejercicio crítico y constructivo de la posthumanidad. Por ello, no puede percibirse como un elemento aislado de la vida pragmática. El privilegio de insistir en las humanidades en un panorama desalentador, con precarias oportunidades y condiciones laborales, porque dicho saber no se ajusta a las dinámicas del capitalismo, debe tener un propósito crítico y transformador del mundo que permea en su totalidad la política.
BIBLIOGRAFÍA
Arendt, H. (2003). La condición humana. Buenos Aires: Paidós.
Aristóteles (2018). Aristóteles política. México: UNAM.
Braidotti, R. (2020). El conocimiento posthumano. Barcelona: Editorial Gedisa.
Duque, J. (2012). La institucionalización de la ciencia política: un enfoque analítico. Cali: Documentos de trabajo.
Harto de Vera, F. (2006). Ciencia política y teoría política contemporáneas. Madrid: Editorial Trotta.
Ortega y Gasset, J. (2015) Misión de la Universidad. Madrid: Ediciones Cátedra.
Excelente!! Algunas cosas no entendí muy bien , Pero es de admirar una joven tan talentosa dando ejemplo a la sociedad.. felicidades María Alejandra Echeverry Martínez